Capítulo III: Declaraciones de amor
Narrado desde Mattheo.
Desde el primer día que la vi, supe que estaba perdido. No era solo una amiga; era mi confidente, la persona con quien compartía mis sueños y miedos más profundos. Pero cada vez que la veía con él, un dolor punzante me atravesaba el pecho, y me invadía una ola de celos. Cada gesto de afecto hacia ella por parte de otro me parecía una amenaza directa a lo más precioso que tenía en la vida.
Nunca antes había sentido tanto miedo. Verlos juntos, con una conexión que parecía ir más allá de lo superficial, me llenaba de incomodidad. Intentaba disimular mi malestar y mantener una sonrisa, pero por dentro, mi mundo se tambaleaba.
Había pasado tanto tiempo guardando mis sentimientos en secreto, temiendo que si los expresaba podría perderla por completo. Ahora, verla con él hacía que esa posibilidad se sintiera más real que nunca. Durante el juego de verdad o reto, sentí que me derrumbaba. Cada halago a Oliver me clavaba un cuchillo en el corazón, recordándome que estaba perdiendo mi lugar en su vida.
Cuando llegó la pregunta sobre quién era el más atractivo, pensé que me nombraría a mí. Noté cómo nuestros ojos se encontraron, pero ella no me mencionó. Algo dentro de mí se rompió.
Necesitaba desahogarme de alguna manera, aunque no fuera la correcta. Decidí irme y hablar con otra chica, esperando provocar alguna reacción en Chloe, aunque fuera solo un destello de celos. La vi retirarse al baño después de vernos, así que la seguí. La encontré apoyada en el lavabo, con la mirada perdida en el espejo y los ojos llenos de tristeza. Mientras la observaba, me di cuenta de lo absurdo que era mi intento de provocarla. Estaba lastimando a la persona que más amaba. Quería acercarme y decirle que estaba ahí para ella, pero sentía una barrera invisible entre nosotros. Todo esto era culpa mía.
El resto de la noche intenté mantener la compostura mientras ella parecía ignorarme. Entonces, Elijah se acercó y me sacó de mis pensamientos.
—Hey, amigo —dijo con calma—, no puedo evitar notar lo que está pasando. Debes enfrentarlo antes de que te consuma.
—No sé si este es el momento adecuado —murmuré.
Él puso una mano firme pero suave en mi hombro.
—Nunca habrá un momento perfecto, Mattheo. Solo debes ser honesto contigo mismo y con ella.
Tenía razón. No podía seguir callado. Con el corazón latiendo con fuerza, tomé un respiro profundo para reunir valor y me acerqué a ella, repasando cómo expresar mis sentimientos sin parecer absurdamente enamorado.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —dije, apartándola discretamente de su lado.
Ella aceptó, aunque sus ojos mostraban una clara decepción. Justo cuando me preparaba para hablar, sentí la mirada despectiva de Oliver sobre nosotros. Su presencia me hizo dudar y me sentí incómodo al exponer mis emociones. Hubo un breve silencio. Antes de que pudiera decir algo, él intervino con una sonrisa forzada.
—Siento interrumpir —comentó en un tono que me irritó—, pero te ves incómoda. Si quieres, nos vamos. No tienes que hacerle caso.
Ese comentario fue la gota que colmó el vaso. La ira me dominó, y sin poder contenerme, lo confronté, amenazándolo para que se mantuviera alejado. Él solo se rió, burlándose de mí con una sonrisa torcida. En ese instante, supe que estaba a punto de perder la compostura.
Salí rápidamente al jardín para tomar aire y calmarme; la tormenta ya había comenzado. La lluvia caía intensamente y los truenos retumbaban, reflejando el caos que sentía por dentro. El agua fría golpeaba mi rostro, mezclándose con el sudor de mi frente. Respiré hondo, buscando serenidad. Y allí estaba ella, observándome en silencio, como si esperara una explicación que no sabía cómo dar.
Se acercó despacio, con una expresión que mezclaba preocupación y tristeza. Sus ojos brillaban bajo la lluvia, reflejando la intensidad de sus sentimientos.
—Lo siento —murmuré con la voz quebrada.
Ella no dijo nada, pero su mirada lo decía todo.
—Chloe —comencé, con el corazón en la garganta—. Esta tormenta me recuerda a las de nuestra infancia. Me asustaban, pero tú siempre estabas allí, envolviéndome en tu abrazo como si el mundo se detuviera. Ahora, lo que más me aterra es la idea de perderte. Tu presencia siempre ha sido mi refugio, y temo que no encontraría otro igual si te pierdo.
Hice una pausa, buscando las palabras adecuadas.
—Sé que no es el mejor momento, pero ya no puedo seguir guardándome esto. Ojalá pudiera retroceder el tiempo y no haberte traído a esta fiesta, pero lo único que puedo hacer ahora es ser honesto.
Respiré hondo, sintiendo el latido de mi corazón.
—Te amo, Chloe. Eres única, y no hay palabras que puedan expresar lo que siento por ti. Me imagino compartiendo cada día contigo, despertarme y ver tu sonrisa, cómo el sol ilumina tu cabello, perderme en tus ojos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero seguí hablando.
—Sé que cometí errores, fui inseguro y celoso. Lamento no haberte confiado como debí. Me aterra la idea de que alguien más te aleje de mí. No sé cómo podría seguir adelante sin ti.
Di un paso más cerca, apenas susurrando:
—Si me das la oportunidad de estar contigo, haré todo lo posible para hacerte feliz. No sé qué nos depara el futuro, pero quiero pasar cada instante a tu lado. Aunque eso signifique que no estemos juntos, si hay una posibilidad de que sientas lo mismo por mí, lucharé con todas mis fuerzas para lograrlo.
El silencio que siguió fue eterno, hasta que finalmente ella tomó mi mano.
—Tienes razón, Theo —susurró, con una intensidad que no había visto antes—. No podemos perder más tiempo.
Y antes de que pudiera reaccionar, me besó. El mundo pareció detenerse. Mis manos encontraron su cintura mientras nos entregábamos al beso que habíamos esperado durante años. Sentí su calor y amor envolviéndome en cada movimiento. Cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos sin aliento. Ella me miró con una sonrisa sincera, sus manos aún en mis hombros.
—No quiero perderte. Quiero que estemos juntos, sin importar lo que pase.
Ella acarició mi mejilla con el pulgar.
—Entonces, hagámoslo.
Me separé un poco y, al perderme en sus ojos marrones, una palabra surgió en mi mente.
—Sempiterno.
—¿Qué…? —preguntó, sorprendida.
—Es algo que tiene un principio, pero no un final. Como lo que siento por ti.
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𝘖𝘴𝘤𝘶𝘳𝘰 𝘚𝘦𝘮𝘱𝘪𝘵𝘦𝘳𝘯𝘰
RandomNo confíes ni en tu propia sombra; lo inesperado está por llegar...