V. El después

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Tras el vals los presentes abandonaron la casa, dejando a Emmanuel, Bautista, Nicolas y Darío solos.

Las redes habían estallado con el beso entre Romina y Agostina. ¿Aquello era una confirmación? Nadie entendía nada, ni ellas.

El resto charlaba eufórico sobre las bodas, ellas también opinaban. Pero se encontraban inmersas en sus pensamientos.

Al llegar al estudio, Romina se apresuró en marcharse de allí. De repente, tras el éxtasis vivido, se sentía agobiada. 

—Ro, ¿qué...?

Agostina la detuvo antes de que la mujer entre en su camarín. La morocha la miró unos segundos y la tomó de la mano, ambas entraron a la habitación y la mayor cerró la puerta.

—Agos, perdón —dijo y la abrazó.

—¿Perdón? —la miró sin entender.

—Sé que fui impulsiva, me dejé llevar —se mordió el labio y observó los vestidos de novia que aún llevaban, inevitablemente sonrió.

—¿Por eso pedís perdón? —preguntó sonriendo.

—Soy una inconsciente...

—¿Te arrepentís? —Romina negó al instante— ¿Entonces?

—No quiero joderte —confesó después.

—¿A mí? —sonrió y la tomó de las manos— ¿Te recuerdo que vos sos la hetero?

—Bueno, dejame dudar —rodó los ojos.

—¿A qué tenes miedo? —preguntó segundos después.

—A las repercusiones...

—No te preocupes, estamos juntas en esto —llevó su mano derecha al mentón de la morocha.

—¿Si? —dijo haciendo pucherito.

Agostina asintió.

—Las ganas que tengo de comerte la boca, no te puedo explicar —expresó mordiéndose el labio.

—¿Y qué esperas? —Romina sonrió tomándola de la cintura.

—Ah, mira. Me apuras.

Ambas rieron y sin perder más el tiempo se besaron.

.

4 años después. 

—¡Feli! ¡No me hagas correr! —Agostina retó a la niña de 9 años, que bajaba las escaleras corriendo.

—¡No me vas a atrapar, ma! —la niña respondió riendo.

Felicitas llegó a la cocina, donde se encontraban Romina y Nina -ya de 7 años- cocinando.

—¿Qué pasa? —la mayor le preguntó a su hija.

—¡Es ma! —la niña contestó.

—Yo no hice nada —Agostina llegó detrás.

—Vos ojo —Romina la señaló— Te tenes que cuidar.

—Sí —la ex policía respondió rodando los ojos— ¿Te vas a poner el pijama? —le preguntó  a Felicitas sosteniendo la prenda entre sus manos.

—Dale, Feli. No la hagas enojar —la morocha pidió.

—No se puede enojar conmigo —la niña respondió sabiamente.

Las mujeres rieron, no era novedad de que Agostina tenía una debilidad por aquella niña.

—Hacelo igual, dale —Romina pidió y su hija obedeció.

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