6 | 𝙍𝙚𝙜𝙞𝙤𝙣𝙖𝙡𝙚𝙨

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Una semana, siete días, 168 horas, una canción, Heartburn, una cantante. Wafia.

"And tell me why that's my heart burn this way, when I see your face."














LUNES

Las Regionales, así las llamamos todas las de la temporada que entrenan en mi misma pista. Son competiciones internacionales de patinaje, un campeonato. Yo haré un programa libre, tengo requisitos sobre las veces y mínimos límites sobre las que puedo hacer un movimiento, pero los elementos que yo desee, al igual que la música. Pero tengo muy claro como puntúan y necesito hacer un salto triple, que agrandara mi puntaje, ya que vale más que un doble de la misma calidad. De esto se trata de mi vida, patinar y triunfar, pocas veces me pongo el collar que me regaló mi madre por ganar unos campeonatos de pequeña. Es un patín de plata, con las yemas de mis dedos lo estaba acariciando, hoy empezaría la ultima semana antes de las regionales, la música en mis oídos se transmitía a través de mis auriculares. Estaba saliendo del autobús mientras colocó una goma de pelo entre mi cabello, no me gustaba patinar con el pelo suelto, hice grandes zancadas hasta entrar en la pista, respiré hondo.

El hielo seco apenas desprendía un ruido inaudible al patinar encima. Era una sensación extraña dejando huella, el tiempo corría al igual que mis oportunidades. Las regionales y el primer puesto eran lo único que tenía en mente en cada momento, cada minuto y segundo. Cada pieza, cada movimiento, cada aliento podía encajar con ganar. Daba vueltas sobre mí misma, aún seguía intentando el triple axel, llegaba a dar un salto pero seguía tocando el suelo, Hazel en todo este tiempo me había estado guiando y cómo controlar la ira de dentro, la última vez casi me rompo los nudillos sin apenas pensarlo. Entonces fue cuando colapsé, todo se silenció, el aire era denso y mi caída fue igual de frágil que el hielo, mis oídos se ensordecieron y empecé a contar mientras me levantaba; volví a posicionarme, y deslizar. A mi alrededor veía butacas que en algún momento estarían llenas de gente que me verían ganar. Por que eso haría, ganar. Aterricé firme, el sudor caía de mi sien y mi pecho se movía de manera frenética, el tiempo en la pista sucedía más rápido. Salí de la pista desatándome el pelo, siempre lo cargaba con una coleta, me senté en uno de los banquillos y empecé a desatar mis patines, mis manos lucían un rojo carmesí sobre las yemas de mis dedos, el frío era casi palpable, los metí en mi bolsa y me puse mis zapatos. Salí de allí y el oleaje sacudió mi pelo.

Al llegar a la cafetería dejé mis cosas en la parte de atrás de la cocina, el almacén y me puse el delantal y volví a hacerme la coleta. Apenas hablaba con Jonathan, aunque no podíamos evitarnos la mirada y alguna que otra sonrisa. Últimamente no venía gente a la cafetería, solo por las noches dándome más trabajo.
Casi anocheciendo recibí un mensaje de Christopher, me dijo que estaba de camino, la noche anterior me dijo que vendría a verme en mi turno.
Dejando la bandeja sobre la barra y colocando nuevas cervezas que servir la puerta se abrió dejando entrar algo de nieve, al ver la silueta de la persona que acaba de entrar, alta y seria sabía que era Christopher.
Apenas nos miramos y pude sentir un escalofrío, seguí caminando hasta la mesa donde debía servir.

— Merci.— Sonreí cálidamente a los clientes mientras me iba, ellos me respondieron con otra sonrisa. Agache la bandeja sobre mi lateral y volví a la barra donde allí reposaban los hombros de Christopher.

Iba bien abrigado y su nariz demostraba que fuera hacía frío me sonrió de lado mientras se metía las manos en los bolsillos, le mire mientras cobraba en caja. Lo vi frunciendo el ceño como si tratase de descifrar mis pensamientos lo que consiguió ponerme más nerviosa, odiaba el contacto visual y ya estaba empezando a sospechar que él ya lo sabía.

Corazones Helados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora