Aurola Dayne, de la ancestral Casa Dayne de Starfall en Dorne, ve su vida cambiar drásticamente cuando su padre, Lord Arthur Dayne, la compromete con el rey Viserys Targaryen. Tras la reciente pérdida de su esposa, el rey Viserys se encuentra solo c...
El destino de Aurola Dayne se selló el día en que su padre, Lord Arthur Dayne, recibió la noticia de la muerte de la reina Aemma. La Casa Dayne, célebre por sus vínculos con las estrellas, sabía bien cómo moverse en el juego de alianzas y poder. Starfall, con su fortaleza imponente al borde del mar y su legendaria espada, Albor, había producido héroes y heroínas cuyas hazañas se contaban en todo Poniente. Pero ninguna historia igualaba la que estaba a punto de escribirse con Aurola.
Joven y alta, con una esbeltez que recordaba a las gráciles espadas de su casa, Aurola era una visión de belleza inigualable. Su tez clara brillaba bajo el sol de Dorne, pero eran sus ojos los que cautivaban y desconcertaban a quienes la conocían: violetas, profundos y hechiceros, como si los secretos del universo se ocultaran en su mirada. Su largo cabello oscuro caía en ondas hasta su cintura, un manto que resplandecía con los tonos del crepúsculo.
No obstante, Aurola no era solo una belleza etérea. Su carácter fuerte y explosivo la distinguía de otras damas de su tiempo. Obstinada y franca, no tenía miedo en expresar sus opiniones, lo que a menudo dejaba a los hombres de su entorno tanto cautivados como atemorizados. En su mirada se reflejaban no solo la sabiduría de las edades, sino también una imperiosidad innata que demandaba respeto y atención.
Entre sus actividades favoritas se encontraban largas cabalgatas a través de los paisajes salvajes de Dorne, donde podía sentir la libertad del viento en su rostro y el poder de su montura bajo ella. Pero era bajo el manto de la noche, cuando las estrellas aparecían, que Aurola realmente encontraba paz. Sabía leer los cielos como un libro abierto, interpretando sus constelaciones y predicciones con una precisión que dejaba a todos maravillados. Los rumores entre los sirvientes y los aldeanos de los alrededores no dejaban de susurrar acerca de sus habilidades, insinuando que podía leer el destino en el brillo de los astros, una pitonisa en potencia.
Aurola también era una joven muy culta e inteligente. En los ratos que le quedaban libres, se sumergía en la lectura de antiguos volúmenes y manuscritos, acumulando conocimientos y forjando su mente con la misma dedicación con la que otros forjaban espadas. Su amor por el saber la hacía destacar aún más, y muchos en Starfall veían en ella no solo a una futura reina, sino a una líder con la capacidad de influir en la política y el destino de Poniente
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Pero el destino de Aurola estaba a punto de cambiar drásticamente. Lord Arthur Dayne, su padre, había negociado su matrimonio con el rey Viserys Targaryen, un hombre al que nunca había conocido. La reciente muerte de la reina Aemma había dejado al rey desolado y al reino en un estado de incertidumbre. Con una única hija, la joven princesa Rhaenyra, el Consejo presionaba a Viserys para que encontrara una nueva esposa que pudiera darle un heredero varón y asegurar la continuidad de la dinastía Targaryen.
Viserys, atrapado entre su dolor personal y las responsabilidades de su corona, se preparaba para recibir a una mujer de la que sólo conocía leyendas y canciones. Las historias hablaban de su extraordinaria belleza y de su talento para leer las estrellas, pero más allá de eso, Aurola era un misterio para él. Sin embargo, el rey sabía que debía cumplir con su deber y aceptar el matrimonio arreglado, con la esperanza de encontrar en Aurola una compañera que pudiera compartir su carga y traer estabilidad al reino.
Aurola, por su parte, enfrentaba su propio torbellino de emociones. Dejar Starfall y todo lo que había conocido para convertirse en reina de Poniente era un desafío monumental. Con su carácter decidido y su naturaleza inquisitiva, estaba determinada a no ser una simple pieza en el juego de poder. Sabía que tendría que ganarse el respeto del Consejo y de la corte, y que su relación con la princesa Rhaenyra sería crucial para el éxito de su reinado.
Mientras los preparativos para su partida se aceleraban, Aurola pasó sus últimos días en Starfall cabalgando por los paisajes que amaba y observando las estrellas que pronto dejaría atrás. En sus momentos de soledad, reflexionaba sobre el futuro que la esperaba en la Fortaleza Roja. Sabía que necesitaría toda su fortaleza y sabiduría para enfrentar los desafíos que vendrían. Pero en su corazón, también abrigaba la esperanza de que, de alguna manera, podría encontrar la felicidad en su nueva vida y convertirse en una reina digna del Trono de Hierro.