CAPITULO 5: KSK

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— Ya no me quedan flechas — exclamó Guisela, con un tono de desesperación y enojo, mientras se apoyaba en el tronco del árbol, con su cuerpo adolorido y cubierto de heridas.
Había bajado del árbol con su arco, listo para ayudar al equipo de cerca, pero ahora se sentía inútil, sin munición para seguir luchando. Su respiración era entrecortada, su pecho subía y bajaba con una rapidez que parecía estar a punto de desbordarse. Su cabello rizado estaba revuelto y mojado, pegado a su rostro sudoroso. A pesar de la fragilidad que se reflejaba en su cuerpo, su mirada seguía siendo fuerte y decidida, brillando con una firmeza que parecía inquebrantable.
— ¡Esto se está saliendo de control! Debemos buscar refugio antes de que caiga la noche —alertó Weed con urgencia.
— Estoy de acuerdo —afirmó Guisela.
La batalla había dejado su huella sangrienta. Los hermanos Mavre habían retrocedido, eran los más agotados. Emi se mantenía en pie con esfuerzo, su mirada perdida en el horizonte, como si buscara una salida que no existía.
Iaru, con la ayuda de sus nuevas compañeras, se apresuró a atender a los heridos, brindando cuidados y consuelo en medio del caos.
De repente, un silencio sepulcral cayó sobre las colinas. Los misteriosos sujetos habían huido, dejando atrás solo un eco de su presencia. Un grupo de aves en formación, recorrían el cielo oscuro en dirección al Norte con un propósito desconocido.
— ¿A dónde huyeron? —preguntó Weed.
— Esto no está saliendo según lo previsto —susurro Guisela con una voz llena de preocupación, su aliento cálido rozando el oído de su amado.
De una nube tormentosa, un rayo demoledor cayó con fuerza apocalíptica, iluminando el cielo oscuro con un resplandor cegador. ¿Qué fuerza divina o diabólica había desatado semejante poder?
A continuación, un ruido aterrador y misterioso se extendió por las montañas del Sur. Guisela se heló, su corazón deteniéndose por un instante mientras escuchaba con una concentración absoluta, su respiración entrecortada. El silencio que le siguió fue aún más aterrador.
— KSK —murmuró.
A la distancia, entre rayos, se perfilaban unas 20 criaturas volando sobre las montañas, venían hacía ellos a gran velocidad. El batir de sus alas crecía en intensidad.
— Que demonios con estos bichos —dijo la Nigzis por lo bajo.
— ¡Estupendo! ¡Justo lo que necesitábamos! Un montón de entidades que probablemente nos van a hacer picadillo —dijo Luketi con una sonrisa sarcástica, sin siquiera molestarse en bajar la vista del cielo.
Gless y sus hermanos se aventaron en una desesperada carrera detrás del grupo, con sus armas en mano. Emilio corría con gran dificultad. Mientras tanto, no dejaban de lanzar nerviosas miradas al cielo que ahora se tornaba oscuro.
A Entrick se le había abierto los puntos, trataba de mantenerse de pie y correr lo más rápido posible. Sentía como iba a desmayarse en cualquier momento, sus manos con ampollas sangraban y la sed era tan intensa que le hacía sentir como si tuviera la garganta llena de polvo.
Dos KSK se desviaron hacia las cavernas oscuras, desapareciendo en la penumbra. Gless, con la mirada perdida en el cielo, musitó su nombre: "Rak...". Luketi, con una urgencia desesperada, gritó: "¡Ve con ella!". Kruel intentó salir detrás de él pero Luketi lo detuvo.
— Tú quédate aquí, Treelash —le ordenó frío. El colíder de Delvas corrió a toda velocidad en busca de Raksey.
Ebla y Raica sabían que la batalla que se avecinaba sería la más desafiante que habían enfrentado hasta entonces. La ansiedad y el miedo se reflejaban en sus rostros, mientras pensaban en sus compañeros heridos y la ausencia de su líder.
Tres de las criaturas blancas se precipitaron hacia los Mavre, que estaban separados del grupo. Con un golpe preciso, Facundo descargó su espada sobre la KSK más alta, decapitándola con un sonido macabro. La criatura se desplomó mientras su cabeza rodaba, por la colina nevada, con los ojos aún abiertos en una expresión de sorpresa.
Emi, que había cortado uno de los brazos de la segunda bestia con un golpe valiente, cayó en desventaja por un rasguño del tercero.
Gaona volteó para proteger a su hermano y luchó con valor y determinación contra el monstruo haciéndole notables daños.
Facu con gran esfuerzo logró cortar la cabeza de una de las criaturas. Mientras tanto, Iaru no tuvo piedad con el tercer monstruo, golpeándolo con su garrote en el cráneo hasta dejarlo inconsciente.
— Buen trabajo, hermanos —se alegró Facu.
Al mismo tiempo una docena de KSK ya se dirigían hacía el resto del grupo.
El escuadrón de Guisela lanzó una lluvia de flechas hacia el cielo, y cinco de las criaturas cayeron al suelo frío. Un KSK le arrebató el arco a una de las arqueras, lo destrozó con un golpe y después la lanzó hacia las nubes como si fuera una muñeca. Un rayo la electrocuta y luego cayó desplomada a la nieve.
— Mierda... —suspiró Guise tomándose la cabeza.
Un KSK ultra delgado tomó del cuello a un Nigzis y le perforó los ojos con sus garras para luego arrancarle la mandíbula. Después tomó a otro humano pero este le apuñaló con su daga directo al corazón, la bestia cayó rendida.
Kruel batallaba contra dos criaturas, al mismo tiempo, con su gloriosa alabarda, sus movimientos eran perfectamente ejecutados. Una danza de muerte que había perfeccionado a lo largo de los años.
Guisela descartó su arco y se dirigió hacia donde estaba Weed. Su mano se cerraba con firmeza alrededor del mango de la daga que había robado a una de sus compañeras.
— ¡Cuidado! —gritó ella.
Weed se giró bruscamente y se encontró cara a cara con la criatura blanca. Ella se paró enfrente de él y logró apuñarlo pero el KSK ya había cumplido su misión. El monstruo cayó al suelo, la morena llena de sangre se dio la vuelta para mirar a su amado y desplomarse en sus brazos. Weed entre lagrimas gritaba su nombre.
— ¡Guise, no! ¿Por qué, mi amor? —lloraba desconsolado, su voz quebrada por el dolor y desesperación. Se arrodilló junto a ella, tomando su mano helada y sin vida, la acunó contra su pecho.
La nieve ahora estaba teñida con tonos rojizos y azules, como si el mismísimo cielo hubiera derramado su paleta de colores sobre la tierra helada.
Entrick, adolorido, batallaba junto a los hermanos Sasaki contra dos KSK hembras. El menor de ojos rasgados clavó una flecha con su ballesta en el medio de la cabeza de la fiera mas grande, y la segunda saltó sobre su hermano para, con sus garras, desgarrarle la piel de su antebrazo.
— ¡Carajo! —gritó Xanix.
Entrick giró para golpear con firmeza a la KSK. El rubio agarró el puñal que guardaba en su cadera y la apuñaló en la pierna derecha, ella ni lo notó. Fue entonces que Raica disparó una flecha en medio de su cuello. Murió en el acto.
Frannco se apresuró hacia Xanix, para ayudar a vendar sus heridas.
— ¡Vamos, Frann, date prisa! —Xanix gritó.
— Lo estoy haciendo, hermano, pero tienes que quedarte quieto.
— ¡Auch! ¡Me está doliendo! —se quejó, su cuerpo tensándose de dolor.
— Por favor, no te muevas —suplicó Frannco.
Por otro lado, Weed con lagrimas aún frescas en sus ojos, se levantó con una furia contenida y con su espada en mano fue hacía un KSK cortándole el cuello. Ya muerto en el suelo, Weed no se detuvo allí y continuó apuñalando el cadáver.
Una imprevista KSK, con una precisión cruel, comenzó a apretar la cabeza de Ebla hasta que ésta se reventó como una uva. ¿Lo más espeluznante? Sus ojos quedaron en la nieve.
Raica chilló con una voz que parecía venir de su propio infierno interior. Su corazón parecía apunto de explotar. Se sintió como si estuviera viviendo una pesadilla de la que no podía despertar.
Weed quedó inmóvil con las manos temblorosas y dejó al KSK en paz.
— No puede ser —repetía sin parar.
La asesina de Ebla huyó volando sin mirar atrás.
— ¡Maldita desgraciada! —gritó furioso Raica.
Kruel notó que había mucho silencio de nuevo. Este tomó del brazo a Weed.
— Vámonos muchacho, debemos permanecer con vida.
— No me iré sin ella —se negó Weed.
— Debemos irnos. Ahora. Nos mataran si nos quedamos aquí.
— No puedo.
— Me veo obligado a salvar tu vida.
— No quiero vivir sin ella —sintió como su corazón se partía a la mitad.
— Guisela dio su vida por ti. Tienes que seguir.
Weed observó el cuerpo frío de Guisela y sin dejar de mirarla caminó junto a Kruel.
Raica guardó su ballesta en la espalda y tomó la espada de Ebla.
— Adiós fiel amigo —dijo con la mirada triste y se marchó junto al grupo.

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