CAPITULO 5: GUISO

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Llamaron a la puerta con cuatro golpecitos lentos.
— Buen día, preciosa  —se asomaba Luketi por la puerta con sus grandes ojos azules—  ¿Qué tal la pasaste anoche?
— Fue divertido. ¿Como te sentis? —dije casi bostezando.
— Me siento un año mas viejo. —suspiró.
— 26, ¿cierto?
— Que buena memoria tienes.
Sonreí risueña.
— Tranquila, no te molestaré más. Iremos con los muchachos a cazar para la cena de hoy.
Se marchó y aproveché para darme un baño caliente. Me puse un largo vestido de seda verde jade de mangas holgadas y una diadema del mismo tono. ¡Por fin un color diferente!. Luego trencé de raíz mi abundante cabello y me dirigí hacia el comedor donde se encontraba Emma, sentada con un atuendo color esmeralda.
— Hola, querida. —dijo con una sonrisa.
— Buen día, Emma.
— Kruel me ayudó a prepararte el desayuno hasta de irse.
— ¿Realmente lo hizo?
— Si, claro que sí. Él es un chico súper atento. Aquí tienes chocolate caliente y galletas de vainilla.
— Gracias, huele exquisito. ¿Hace mucho viven aquí? —pregunté amablemente mirando a cada espacio del lugar.
— Hace unos años, durante la primera invasión, vivíamos a pocos kilómetros del sur. Nuestro hijo, el padre de Luketi, fue a buscarnos y nos trajo con él aquí.
— Felizmente que no se quedaron allá.
— Es cierto, el mundo ha cambiado. Recuerdo lo mucho que amábamos nuestro hogar, hoy en día es imposible sobrevivir allí. Cuando nuestro amado nieto creció, rescató a mucho grupos de jóvenes que vivían en la miseria, en la oscuridad del bosque. Así poco a poco fue creciendo el Clan Nigzis.
— Luketi es un gran hombre.
— Si, lo es.
Un silencio profundo invadió el comedor, tomé un sorbo del chocolate caliente.
— ¿Cómo se encuentran las personas heridas? —pregunté cambiando de tema.
— La mayoría ya se encuentran mejor. Algunos deberán quedarse aquí para recuperarse. Esos monstruos hacen heridas profundas.
— Espero se recuperen.
— Iré con mi esposo para supervisar que todo este en orden. Espero te guste la comida. —Emma se despidió y subió la escalera del fondo.
Desayuné en silencio. Intentaba recordar lo que había soñado.
Recordaba el viento soplando en mi cara, copos de nieve descansaban en mi cabello, estaba junto a un sujeto vestido de negro y a lo lejos caían rocas sueltas de la montaña. El hombre encapuchado ofrecía su mano, la tomé. En un cerrar de ojos me encontraba en la arena caliente de las playas del Norte. El sol bajaba y las olas se movían con fuerza. Un muchacho pelinegro caminaba al borde del océano.
— ¿Te conozco?
— Lo harás. —respondió en un tono grave. El desconocido se dio vuelta lentamente hasta que una luz me cegó por completo.

Luketi apareció por la puerta trasera con una ballesta en la espalda,
— ¿Sigues desayunando? No sabía que eras tan glotona.
— No, no. Ya me llené.
— ¿En serio? —se acercó, tomó un pedazo de galleta y me lo puso frente a mis narices— Abre la boca.
Obedecí sin poder controlar mi cuerpo.
— Buena chica. —añadió y se marchó en dirección a su habitación.
Después de unos minutos entraron a la casa Gless, Emi, Gaona y Facu.
— Hola mis chicos Mavre, ¿como les fue? —pregunté optimista.
— Muy bien, fue una buena mañana. — respondió Facu.
— Estamos agotados. —suspiró Gaona sudado y se sentó a mi lado.
Le ofrecí una galleta y la mordió con gusto.
— ¡Vainilla! Esta riquísima.
— Yo también quiero probar. —esta vez habló Gless, el mayor de ellos, agarró una de las últimas galletas del plato— Deliciosa, ¿Quién las cocinó?
— Kruel.
Gless tragó con asco.
Al rato llegó Weed, se quitó su capa verde olivo y la dejó en el respaldo de la silla.
— Buenas... ¿dónde esta mi Guisela? —preguntó el moreno.
— No la he visto hoy.
— Allá viene. —dijo inmediatamente Emi.
Guise se acercaba alegre con un vestido parecido al mio, acto seguido besó a su novio.
— Buen día, amor mio —expresó con con su suave voz.
Weed la tomó por la cintura y cariñosamente le hizo un mimo en su mejilla.
Siempre soñé con enamorarme, deseaba que alguien me amara tanto como Weed amaba a Guise.

Al día siguiente, Kruel llamó a mi puerta.
— ¿Puedo pasar? —preguntó mirando hacía el fondo de mi habitación.
— Bueno. —respondí insegura.
Suavemente se sentó sobre mi cama y miró a su alrededor.
— Mañana partimos. ¿Estás nerviosa?
— Es difícil estar tranquila cuando no puedes cometer errores y tienes que estar atenta a cada paso, cada movimiento, cada persona...
— Yo estaré a tu lado en todo momento.
— No hace falta Kruel. —bajé la mirada.
— Se lo prometí a Luketi.
Levanté la cabeza y nos miramos fijamente unos segundos.
— Ya debo irme, voy a reunirme con Luke para charlar los últimos detalles sobre el viaje. —dijo dirigiéndose a la puerta— Solo venía a recordarte que busques tu equipamiento a la habitación D.
— Muy bien, gracias Kruel.
El resto del día el grupo completo se dedicó a descansar.

Antes de cenar fui a buscar mi nueva armadura. Un traje de cuerpo completo blanco. Coraza, hombreras, manoplas, greba y escarpe de acero plateado y dorado. Por último una capa larga y blanca con capucha.

A la mañana siguiente, cuando finalmente desperté, me di un último baño

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A la mañana siguiente, cuando finalmente desperté, me di un último baño. Trencé suavemente la mitad de mi cabello y me vestí.
Reemplacé mi pequeño viejo bolso marrón por uno nuevo de color plateado. Guardé en mi cadera el puñal que Xanix me había obsequiado el primer día que llegamos.
Tomé mi nueva espada plateada con firmeza, suspiré y me dije a mi misma —Tú puedes.

En las Montañas del FauriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora