Capítulo 2

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Días después...

Sentada en una plaza, ese día no me sentía de muy buenos ánimos. Miré el cielo teñido de celeste y pensé y recordé a Layne; rememoré aquellas dos veces que lo vi en la calle y aún la impresión me abordaba. No era miedo, al contrario, me sentía tranquila y nada, ni nadie, me podría quitar la sensación de que se trataba de él.

Lo sé, era él y yo lo vi. Fueron solo segundos y ahí estaba en la calle de al frente, con su largo cabello y su tierno rostro. Se trataba de mi amado Layne Staley.

Sé que nadie me creería esto que me ha sucedido con él y no me interesa, más solo anhelo, desearía que él jamás se hubiese ido y que siguiera vivo.

De repente caí en la realidad de que Layne estaba muerto y se me llenaron los ojos de lágrimas. No pude rehuir de esa cruda verdad y agaché la cabeza.

Corrió un fresco viento, y yo triste, también recordé a mi familia y amistades, los que todos, a excepción de mi madre, me preguntaban cuando haría mi vida con alguien, que ya se me estaba pasando el tren, que me quedaría sola y se me apretó el pecho y la angustia me abordó.

Quería ser mamá, ese era uno de mis sueños, pero no había encontrado al hombre indicado para concretar aquel sueño.

Era de pocas relaciones amorosas y las pocas veces que creí que podría funcionar, todo salió mal. No tenía buena suerte en el amor, pero cuando conocí a Layne, esa tristeza se borró y comencé a soñar con él, con que fuese el padre de mi anhelado bebe, pero sé que eso tampoco podrá ser nunca.

Apoyado tras un árbol, me vio sentada y el corazón se le aceleró de anhelos y sonrió intenso, pero advirtió que algo me ocurría.

—¿Qué le pasará? Se le ve triste... ¡Esperen! Está triste por mí...

Tenía los ojos hinchados y ya no pude contenerme más y se me cayeron las lágrimas, las que él pudo ver.

La melancolía y tristeza me habían ganado, y llorando, lo extrañaba tanto.

<< Sé que esto es imposible, que él nunca llegó a conocerme, como yo sí a él, pero lo extraño. >>

<< Te extraño mucho, mi Layne. >>

—Si te conozco, ternura. Estoy a tu lado siempre, aunque tú no lo sepas...

Layne se me acercó, y yo llorando, él se sentó a mi lado.

Intentó tomar mi mano, pero se le hizo imposible.

—No llores, mi hermosa. Estoy aquí contigo — me contempló perdidamente — Yo también te amo. Te amo más que a mi vida, Margarita.

Tampoco yo podía oírlo y eso le entristeció y desanimó.

Layne Staley:

No sé cómo hacer para que ella me vea y me escuché. La vengo viendo hace un tiempo y lo único que deseo es poder estar a su lado, cuidarla, protegerla y decirle que la quiero.

Me encanta cuando me sonríe, verla y oírla reír. Margarita, es una mujer muy dulce, tierna y pura de alma, lo que me hace amarla con más fervor y locura, pero no puedo tenerla, no por el momento.

A veces la veo sentada en la cama de su dormitorio. Es un poco desordenada y con un fuerte carácter en ocasiones, pero que va, nadie es perfecto, pero esos defectos son inferiores, en comparación a su ternura y al gran corazón que posee.

Cada vez que la observo en su cama, ella está escribiendo y la veo sonreír y soñar con algo que le hace suspirar todo el tiempo.

—¡Cielos! Estoy muy enamorado de ella, tanto así que no me interesa que sea ahora un simple fantasma que ha vuelto a este mundo.

Solo quiero hacerle saber que la miro y la cuido siempre, pero me gustaría regresar a mi cuerpo y quedarme a su lado.

Que ambos tengamos la oportunidad que nos merecemos como cualquier pareja y que podamos tener ese anhelado hijo que los dos tanto queremos.

Amo ver sus ojitos radiantes y que le hable a mi fotografía. Dios, esa foto mía la lleva para todos lados. Es muy tierna.

Hice el intento dos veces por aparecérmele y ella logró verme, pero me desvanecí al instante.

Ahora acaba de subir a su dormitorio. Se le ve cansada y con sus ojitos apagados y tristes y todo por mí.

—¿Por qué las cosas no pudieron ser más fáciles y sencillas para mí?

Lo sé, yo me busqué esto, pero ya es demasiado.

Otra vez no puedo tener a la mujer que amo y adoro.

Está viendo fijo una fotografía mía, que tiene en su mesa de noche y la veo otra vez sonreír, lo que alivia un poco mi alma atormentada.

Mi alegría es infinita cuando la veo sonreír. Su felicidad es mi felicidad.

Te quiero junto a mí (Layne Staley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora