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Cuando llegaron al hogar de la rubia lo primero que hicieron fue lanzar sus cosas al piso y besarse como si ese mismo día no se hubieran tragado la lengua en hora de almuerzo

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Cuando llegaron al hogar de la rubia lo primero que hicieron fue lanzar sus cosas al piso y besarse como si ese mismo día no se hubieran tragado la lengua en hora de almuerzo.

Podían decir que se odiaban, pero Roseanne la tomó en brazos y las guió a su habitación para seguir con sus besos tal cual pareja enamorada.

Y es que no iban a confesarlo, pero a ambas les encantaba besarse, les fascinaba la otra y sentían demasiada atracción como para no dejarse llevar.

Luego de los besos y peleas estúpidas terminaron estudiando de verdad, mientras una Roseanne muy concentrada intentaba entenderle a la tailandesa.

Fue difícil pero no imposible, y dos horas después de que hayan llegado, la neozelandeza ya estaba lista para su prueba de mañana. Seguro que le iría bien con una profesora como Lisa.

Estaban echadas en la cama, Rosé había bajado los cuadernos al piso y se acercó a la pelinegra, acariciándole el cabello.

—Me miras como si te gustara —se burló Manobal, aunque se arrepintió cuando Roseanne rodó los ojos y alejó su mano, parándose de la cama.

—Vamos, te llevo a tu casa —comentó, sin mirarla a los ojos.

Lisa frunció la boca y se paró también, acercándose a ella para buscar su nuca y pasar sus dedos por allí.

—Me debes mi helado.

—Bueno, te llevo por el maldito helado y luego a tu casa.

Lisa le golpeó el estómago molesta por su actitud tan repentinamente distante. Sí, ellas debían odiarse y actuar como enemigas, pero estaban en un descanso, ¿no? Es decir, pasaron todo el día juntas y la ayudó con Biología. Que no jodiera ahora.

—Auch —reclamó, tocándose el abdomen, pero Lalisa la jaló del cuello y las lanzó a la cama otra vez. Rosé pareció rendirse mientras la menor se trepaba a ella y quedaban rostro a rostro, acortando la distancia sin mucho problema.

Terminaron por alargar su estadía en la residencia Park gracias a los besos antes de pasar a la famosa heladería.

Ninguna podía creer la situación en que se encontraban, conviviendo y besándose, molestándose como siempre pero muy distinto a todo lo anterior.

Cuando llegaron a la casa de Lisa y esta antes de bajarse le robó un pico, Rosé comenzó a preguntarse seriamente qué estaba sucediendo y por qué ya no parecía odiarla.

El puto camino de vuelta a su hogar fue sintiendo todas las malditas mariposas atacando su estómago al recordar el día compartido con esa desgraciada enana, y allí cayó en cuenta: Lalisa le gustaba.

Probablemente siempre le gustó un poquito.

Maldita Jennie que siempre tenía la razón.

Maldita Jennie que siempre tenía la razón

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buenas tetas ♡ chaelisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora