Mi alma solo le pertenecía a ella. Incluso cuando aún pensaba en que no podía hacer la cosas, y me sentía lo más terrible del mundo, su figura, su hermosura y su tranquilidad, eran lo que más me llenaba en el mundo. No podía pensar en otra persona que no fuera en ella.
Siempre había pensado que no había otra persona más bondadosa en este mundo que no fuera esa heredera que tanto me encantaba. Sus ojos cafés tranquilos, la forma en que sus labios rojos se contraían y se sentían vivos cada vez que buscaba hablar o se sintiera un poco apenada, eran suficientes para sentirme como el ser más dichoso del mundo que hubiera pisado este planeta.
Era como si todo mi mundo girara alrededro de su figura, tan hermosamente cuidada, como si fuera la más bella de todas las estatuas grecorromanas que se encontraran en el mundo, como si fuera una Venus incauta de la belleza que irradiaba con solo pasar entre la multitud que la rodeaba.
Mi alma pertenecía solamente a ella. Estaba tan seguro de ello, tal como los astros se la pasaban el cielo observandonos como simples e insignificantes motas de polvo.
Aquella heredera me llenaba de felicidad incluso cuando me sentía la persona más miserable de la existencia. Casi toda mi vida se sentía de esa manera, como algo bajo, inpeto, estúpido tal como una falsa ameba que batallaba por respirar incluso cuando no estaba muriendo. Pero su sola figura, resplandeciente tal estrella que se hallaba en el cielo cuando montaba su tanque, me permitía salir de ese trance de inferioridad en el que tanto me revolvía para hacerme caer que había más en el mundo que los sentimientos grises que me asolaban.
Desconozco qué fue lo que vio en mí para permitirme andar a su lado, animarla, sentir el calor de su piel como si fuera algo menos sagrado y más carnal que cuando la obervaba de lejos. El calor de sus manos, la sonrisa tranquila y sus ojos cocóas eran suficiente para hacerme sentir vivo y que mi respiración no se sintiera pesismita. Las brasas que encendía en mi alma eran suficientes para seguir afrontando la realidad en la que me encontrara, para que las situaciones adversas fueran como ella derribando y ganando en su tanque pesado como si fuera la reina de todo.
Cuando se abrió a mí de una manera tan evidente y dulce no pude sino evitar sino querer abrazarla todo el momento que pude. Mi propio cuerpo la envolvió y la hizo sentir el mismo calor que ella me había dado por tanto tiempo desde que decidió mirarme aquel día. No podía evitar sino sentirme dichoso de apoyarla de la misma manera en la que lo había hecho y no deseaba soltarla por nada el mundo. Era bella, sí, completamente bella, no podía decir eso de otra manera, pero su alma también era la más pura que había podido ver en toda mi vida. Aunque me viese a mí mismo como un miserable, como algo que no tenía el derecho a vivir, ella me decía lo contrario con su mera sonrisa y me hacía seguir adelante, tanto así que quería hacer lo mismo por el resto de la eternidad.
Mi alma le pertenecía solo a ella. A esa heredera que a veces ocultaba lo que sentía realmente por necesidad para que la viesen como ella necesitaba que la viesen, como la persona seria que la buscaban retratar, pero que dentro de sí tenía una de las llamas más gentiles que la vida misma hubiera visto. El calor de sus labios, la calidez de sus palabras, todo ello me hacía querer apoyarla como nada en el mundo. De caminar los mismos caminos, de estar a su lado cuando lo necesitara y ella me había aceptado para hacerlo.
Le había dado mi alma desde el primer momento en que la ví, silenciosa, pero tumultosamente en mis interiores, y ella la había aceptado, sin importar su posición o su condición como heredera. Toda mi vida le pertenecía solo a ella.
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Cantos de pájaros de primavera - Colección de Girls und Panzer
FanfictionEsta es una colección de historias románticas autoconclusivas de los personajes de Girls und Panzer. Cada capítulo es y será una narrativa a modo de cuento corto (o One-shot) en el que los títulos tendrán relación con los personajes, desde Maho hast...