El estadio vibraba con la emoción de los hinchas del Palmeiras. Entre la multitud, una figura destacaba por su carisma y elegancia: Alison Arias, una cantante famosa que había decidido tomar un descanso de su apretada agenda para disfrutar de un partido de fútbol en vivo.
En el campo, Richard Rios, el talentoso mediocampista del Palmeiras, se preparaba para uno de los partidos más importantes de la temporada. Desde que había comenzado su carrera, Richard se había ganado el respeto y la admiración de los fanáticos gracias a su habilidad y dedicación. Pero ese día, algo más lo esperaba.
El partido comenzó con intensidad, y Richard estaba en su mejor forma. Su mirada se cruzó brevemente con la de Alison en las gradas, y aunque no pudo detenerse a pensar en ello, una chispa de curiosidad se encendió en su interior. Alison, por su parte, quedó fascinada por la pasión y entrega que Richard demostraba en el campo.
Durante el descanso, Alison fue invitada a conocer a los jugadores en el vestuario, una cortesía que el club había extendido a su invitada especial. Al entrar, se encontró rodeada de la atmósfera de camaradería y adrenalina que solo un equipo de fútbol puede ofrecer. Y allí, en medio de todo, estaba Richard, quien se acercó con una sonrisa cálida.
—Hola, soy Richard Rios —dijo él, extendiendo su mano.
—Alison Arias —respondió ella, estrechando su mano y sintiendo una conexión instantánea.
Después del partido, que terminó con una victoria para el Palmeiras, Richard invitó a Alison a una fiesta de celebración privada en su apartamento. La noche estaba en su apogeo cuando llegaron al lugar, un elegante ático con vistas panorámicas de la ciudad. La música, el champán y las luces tenues creaban una atmósfera íntima y seductora.
Richard y Alison se encontraban en un rincón tranquilo, lejos del bullicio de la fiesta. Él se inclinó hacia ella, su voz suave y profunda.
—Me alegra que hayas venido —dijo Richard, sus ojos oscuros fijos en los de ella.
—Yo también me alegro —respondió Alison, sintiendo el calor de su mirada. Había algo en Richard que la atraía de manera irresistible.
La conversación fluía de manera natural, y con cada minuto que pasaba, la atracción entre ellos se hacía más palpable. Richard rozó suavemente la mano de Alison, sus dedos explorando la suavidad de su piel. Alison contuvo la respiración, sintiendo una oleada de deseo recorrer su cuerpo.
—¿Quieres ver la vista desde la terraza? —sugirió Richard, su voz un susurro cargado de promesas.
Alison asintió, y juntos salieron a la terraza, donde la ciudad brillaba bajo la luz de la luna. Richard la tomó de la mano, guiándola hacia el borde. La brisa nocturna acariciaba su piel, pero el calor entre ellos era innegable.
—Es hermosa, pero no tanto como tú —murmuró Richard, acercándose más a ella. Alison sintió su aliento cálido en su cuello y un escalofrío de anticipación recorrió su columna vertebral.
Sin previo aviso, Richard la atrajo hacia él, sus labios encontrando los de ella en un beso apasionado. Alison respondió con la misma intensidad, sus manos deslizándose por el pecho musculoso de Richard. Sus cuerpos se unieron en un abrazo ardiente, la chispa entre ellos transformándose en fuego.
La terraza se convirtió en su refugio, lejos del mundo exterior. Los besos se hicieron más profundos, las caricias más atrevidas. Richard la levantó en sus brazos, llevándola al interior del apartamento. La llevó hasta su habitación, un espacio amplio y elegante con una cama que prometía noches de pasión.
Con cuidado, Richard la depositó en la cama, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Alison sintió su corazón latir con fuerza mientras él se inclinaba sobre ella, sus manos explorando con maestría. Cada toque, cada beso, encendía su deseo.
—Te deseo, Alison —murmuró Richard, sus labios rozando los de ella.
—Yo también te deseo, Richard —respondió Alison, sus palabras cargadas de anhelo.
Richard empezó a desvestirla lentamente, sus manos acariciando cada rincón de su piel. Los suspiros de Alison llenaban la habitación, mezclándose con los latidos acelerados de sus corazones. Cuando ambos estuvieron completamente desnudos, Richard la miró con un deseo feroz, sus ojos oscuros llenos de promesas.
Alison lo atrajo hacia ella, sus cuerpos presionándose juntos en una unión íntima y ardiente. Richard movía sus manos con habilidad, tocándola en los lugares exactos que la hacían gemir de placer. Sus labios viajaron por su cuello, sus hombros, sus pechos, encendiendo cada parte de su ser.
—Eres increíble —jadeó Alison, sus uñas clavándose en la espalda de Richard.
—Tú eres la increíble —murmuró Richard, su voz ronca de deseo.
Con movimientos expertos, Richard la llevó al borde del éxtasis, sus cuerpos moviéndose en un ritmo perfecto. La habitación se llenó de sus gemidos y suspiros, el aire cargado de electricidad y deseo.
Cuando finalmente alcanzaron el clímax, ambos se quedaron sin aliento, sus cuerpos temblando de placer. Se quedaron abrazados, sus respiraciones entrelazadas mientras la euforia se disipaba lentamente.
—Esto es solo el comienzo —dijo Richard, acariciando suavemente el cabello de Alison.
—Sí, solo el comienzo —respondió Alison, sonriendo mientras se acurrucaba más cerca de él.
Sabían que esa noche había marcado el inicio de algo especial, una conexión que iba más allá de la pasión física. Mientras las primeras luces del amanecer se filtraban por las cortinas, Richard y Alison yacían juntos, exhaustos pero satisfechos, sabiendo que su historia apenas comenzaba.