Tercer Mes

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Caótico

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Caótico

El tercer mes de embarazo de Orion llegó con una serie de nuevos desafíos. Sus antojos se volvieron impredecibles y sus emociones fluctuaban más que nunca. A pesar de todo, Walburga se mantenía paciente y comprensiva, aunque a veces era difícil para ella saber cómo actuar ante los cambios repentinos de humor de su omega.

Una noche, Orion se despertó en la madrugada con un antojo insaciable de helado de menta con pepinillos. Se sentó en la cama, mirando a Walburga con una mezcla de desesperación y exigencia.

— ¡Necesito helado de menta con pepinillos ahora mismo! — exclamó, agitando las manos para enfatizar su punto.

Walburga, medio dormida, parpadeó varias veces antes de procesar lo que Orion había dicho — Helado de menta... ¿con pepinillos? — preguntó, tratando de asegurarse de que había escuchado correctamente.

— Sí, ¡exactamente eso! — Orion casi gritó — Por favor, Walburga, lo necesito.

Sin dudarlo, Walburga se levantó y se puso la bata — Voy a conseguirlo, amor. No te preocupes — dijo tranquila, salió de la habitación y se dirigió a la cocina, agradeciendo mentalmente a los elfos domésticos que siempre estaban dispuestos a ayudar.

Mientras esperaba, Orion se sentó en la cama, sintiéndose repentinamente culpable por su demanda — ¿Por qué soy así? — se lamentó, sus ojos llenándose de lágrimas — No debería ser tan difícil. No quiero ser una carga.

Walburga regresó con el helado y los pepinillos, sentándose junto a Orión en la cama — No eres una carga, Orión — dijo suavemente, ofreciéndole el tazón — Esto es solo parte del proceso. Estoy aquí para ti.

Orión tomó el tazón y comenzó a comer, pero las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. — Te amo, Walburga. Gracias por ser tan paciente conmigo.

— Te amo también — respondió Walburga, abrazándolo con cuidado — Juntos podemos superar cualquier cosa.

Las mañanas siguientes no fueron más fáciles. Orión se levantaba frecuentemente en la madrugada, ya sea por náuseas, antojos o simplemente por no poder dormir. Walburga, a su lado, intentaba calmarlo y apoyarlo en todo momento.

Un día, Orión despertó a las tres de la mañana con un deseo insaciable de fresas cubiertas de chocolate. Se giró hacia Walburga, sus ojos brillando con urgencia — Necesito fresas cubiertas de chocolate, ahora — dijo, su voz temblando ligeramente.

Walburga, acostumbrada ya a estos despertares, se levantó sin quejarse y fue a la cocina. Orion se quedó en la cama, sintiéndose a la vez agradecido y culpable. Cuando Walburga regresó con las fresas, Orion las devoró rápidamente, murmurando agradecimientos entre bocados.

A medida que avanzaba el mes, los cambios de humor de Orion se volvieron más intensos. Podía pasar de la risa al llanto en cuestión de segundos, y a veces se enfadaba con Walburga sin razón aparente.

Una tarde, después de una discusión trivial, Orion se derrumbó en el sofá, sollozando — ¡Te odio por hacerme pasar por esto! — gritó entre lágrimas — ¡Todo es tu culpa!

Walburga, sintiendo el dolor de su omega, se acercó con cuidado y lo abrazó suavemente — Lo siento mucho, Orion — dijo con voz tranquilizadora — Sé que esto es difícil, pero estoy aquí contigo.

Orion continuó llorando por un rato antes de finalmente calmarse y acurrucarse en los brazos de Walburga — No te odio — murmuró — Es solo que... todo es tan abrumador.

— Lo sé — respondió Walburga, acariciando su cabello — Pero estamos juntos en esto. Todo saldrá bien.

A medida que el tercer mes llegaba a su fin, Charlus y Dorea hicieron otra visita con el pequeño James. Esta vez, Orion estaba más preparado, aunque aún lidiaba con los altibajos emocionales y los antojos inesperados.

Charlus, al ver el estado de su amigo, lo abrazó con ternura — Orión, estás haciendo un trabajo increíble — dijo — Recuerda que no estás solo.

Dorea asintió, apoyando a su pareja — Estamos aquí para ti. Si necesitas algo, solo dilo.

La tarde transcurrió con charlas animadas y la alegría de ver a los cachorros interactuar. Orión, aunque cansado, se sintió reconfortado por la presencia de sus amigos y el apoyo de su familia.

El medimago Prewett llegó para su chequeo mensual y, después de examinar a Orion, sonrió. 

— Todo va bien — informó — Los signos vitales del bebé son fuertes. Orion, sigue cuidándote y descansando lo más posible.

Orion asintió, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud — Gracias, Prewett. Haré lo mejor que pueda.

Al final del día, mientras observaba a Sirius y James dormir pacíficamente, Orion sintió una profunda paz. Sabía que, aunque el camino era difícil, estaba rodeado de amor y apoyo. Con Walburga a su lado y la familia unida, estaba seguro de que todo saldría bien.

— Te amo, Walburga — murmuró Orion, acurrucándose junto a su alfa — Y yo a ti, Orion — respondió Walburga, besándolo suavemente en la frente — Siempre estaré aquí para ti — Mientras cerraba los ojos, Orion sintió una oleada de esperanza y seguridad.

— Te amo, Walburga — murmuró Orion, acurrucándose junto a su alfa — Y yo a ti, Orion — respondió Walburga, besándolo suavemente en la frente — Siempre estaré aquí para ti — Mientras cerraba los ojos, Orion sintió una oleada de esperanza y seguridad

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