2/2

256 35 2
                                    


Aemond volvió a Desembarco del Rey, empapado y con la respiración agitada. Entró en los aposentos de Alice, quien estaba sentada en un sillón. Al verlo así, ella se levantó de inmediato.

—¿Qué sucedió? —preguntó Alice con preocupación.

—No quería hacerlo, lo juro. Yo solo quería su ojo... quería asustarlo —respondió Aemond, retrocediendo.

—¿Qué fue lo que hiciste? ¡Habla! —exigió Alice.

Aemond se alejó antes de responder, luchando con las palabras.

—Yo... yo maté a Luke.

Alice lo miró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Tomó las cosas que estaban en la mesa y empezó a lanzárselas a Aemond.

—¿Qué hiciste? ¡¿Cómo que mataste a Luke?! —gritó Alice, comenzando a llorar. Se acercó a Aemond y empezó a golpearlo, el dolor y la ira dominándola.

Aerry entró rápidamente al escuchar el alboroto, tomó a Alice por los brazos y la separó de Aemond. En su furia, Alice sacó la daga que Aerry llevaba. Aemond salió de la habitación, con Alice persiguiéndolo. Los sirvientes que estaban allí se quedaron paralizados, observando la escena.

—¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡¿No pensaste en lo mal que me sentiría?! —gritaba Alice, levantando la daga.

Aerry logró tomarle el brazo justo a tiempo. Alicent llegó corriendo y los miró con sorpresa y preocupación.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó Alicent, alarmada.

Alice respiró profundamente, la daga se le resbaló de las manos y, abrumada por la conmoción y el dolor, se desmayó.

Aerry cargó a Alice de vuelta a su habitación. Minutos después, el maestre se acercó y revisó a Alice, tranquilizando a todos.

—No se preocupen, solo fue un desmayo. Está muy estresada, despertará en un momento —dijo el maestre.

Alice abrió los ojos y vio a Aemond parado al lado de la cama. Él la miró con una sonrisa torcida.

—Mate a Luke, Alice —dijo entre risas.

Alice lo miró y comenzó a llorar. De repente, al otro lado de la cama, apareció la versión infantil de Aemond.

—Alice, ¿mate a Luke? —preguntó el niño.

En ese momento, Otto Hightower entró en la habitación con una soga en la mano y una sonrisa siniestra, luego salió sin decir nada. Alice escuchó el llanto de su hijo y, angustiada, murmuró:

—No...

Helaena, que estaba junto a la cama, tomó la mano de Alice y la miró con preocupación.

—Oye, está bien, Alice —dijo Helaena con suavidad.

Alice reaccionó y la abrazó fuerte, buscando consuelo. Alicent, quien estaba allí, intentó tocar el hombro de Helaena para consolarla, pero Helaena se apartó, rechazando el gesto de su madre.

Alice se secó las lágrimas y dijo con determinación:

—Luke no está muerto, yo lo sé.

Helaena, sorprendida, replicó:

—Pero Aemond lo dijo...

—Eso no es cierto. Luke hubiera pensado en algo —respondió Alice firmemente.

Dos días después, por la noche, Alice estaba sentada en una silla mientras Helaena la peinaba.

—Dime, ¿te sientes mejor? —preguntó Helaena.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 25 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Fuego y Sangre #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora