Capitulo 2

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BARBARA:

-Ya hemos hablado de esto.

-¿A qué le temes tanto?, ¿a lo que piense tu hija?, ¿que la gente nos juzgue por la diferencia de edad?, ¿desde cuando a Doña Barbara le importa la opinión de los demás?.

-No es la gente quien me preocupa, es...

-Diana María, tu hija tiene 15 años, puede entender perfectamente que su madre tenga una pareja, no la subestimes, ella te ama y quiere que seas feliz, ¿por qué no te das la oportunidad de amar de nuevo?.

-Emiliano, tu sabias cuáles eran mis condiciones desde el principio y así lo aceptaste. Si las cosas no pueden seguir como hasta ahora será mejor que esto se acabe.

-Esta bien, no volveré a hablarte de mis sentimientos aunque si deberías ponerle atención a los tuyos.

Salgo de los establos y empiezo a caminar hacia la casa grande, debo darme un baño para ir a buscar a mi hija al pueblo.

De camino a mi cuarto me encontré con doña Graciela en el pasillo.

-Señora que bueno que la veo, don Santos estuvo aquí.

-¿Y que quería?.

-Vino a ver a mi niña pero le dije que no estaba, luego preguntó por usted y yo le dije que estaba trabajando por alguna parte de la hacienda, seguro debe estar buscándola.

-No lo creo, no me lo encontré por el camino, bueno si me permites ahora voy a darme un baño.

-¿Quiere que le prepare la tina?.

-No te preocupes, yo lo hago.

Entro a mi cuarto, me quito las botas, camino hasta el baño, pongo a llenar la tina y le agrego aceites y esencias que crean espuma. Una vez la tina esta llena, me quito la ropa y entro en ella, el agua está fresca y el aroma de la esencia de jazmín me relaja, cierro los ojos y recuesto la cabeza sobre el borde de la tina.

Flashback:

La Doña ya tenía nueve meses de embarazo, el parto podría ocurrir en cualquier momento. Caminaba por la sala de su casa acariciando su abultado vientre, quería que su bebé naciera pronto, se sentía tan sola, Eustaquia había fallecido y Melquiades estaba encerrado en una cárcel de la Capital, después de que el mató al Sapo y se culpó de la muerte de los otros violadores lo condenaron a cadena perpetua, una vez más su indio le había demostrado su lealtad incondicional, se sacrificó por ella, se culpó de todo para que ella no fuera presa y pudiera ver crecer a su bebé.

Veía por la ventana como el sol se ocultaba, había llegado la noche, solo se escuchaba el sonido de los grillos cantar, pensaba que ese silencio pronto sería reemplazado por el llanto de un bebé, que en cuestión de días ya no habría más silencio en el Miedo, habrían risas, cantos, habría un bebé llenando la casa de alegría con su presencia.

Una lagrima cayó por su rostro, le dolía pensar que no tendría a nadie que le diera la mano al momento de parir a su bebé, su vieja ya no estaba y él padre de esa criatura tampoco, él se había ido de viaje con su esposa a recorrer el mar Caribe mientras ella estaba sola en su hacienda esperando con ansias la llegada de su bebé.

Doña Barbara: amor y pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora