Entre Tus Manos ~ [One Piece]

XIX [Final]

Después de dos años Sabo se recuperó y pudo tener a su hija, nació con buena salud y con el cabello de su padre, lo único igual a él fueron sus ojos azules. Pasaron el festival juntos, su matrimonio fue en la misma isla.

Todo el mundo supo sobre la traición de Lucci hacía el gobierno ahora era buscado por la marina con una recompensa de 710.000 Berris por su cabeza. Se sorprendió demasiado que sus cuñados hicieron una fiesta por la recompensa.

—Por el nuevo pirata! —gritó Luffy emocionado tratando de alejar a su esposo borracho que empezaba a manosearlo enfrente de todos sin importarle las presencia de los demás.

—No soy pirata mocoso! —respondió de un gritó al otro lado de la mesa.

Ace tuvo que sostener a Luffy antes de que cayera arriba de Lucci por cómo éste le había dicho. Era una rivalidad demasiada caótica, pero sabían que lo hacían para saber quién era el favorito de Sabo pero perdían de todas maneras.

La favorita era su hija, Luffy el segundo y su esposo el tercero o cómo el le había dicho para calmarlo; el 2.5 favorito.

Gracias a Dragón y Luffy pudieron llegar a una isla fuera del gobierno donde habían construido una cabaña para ellos tres. Pasaron los meses del el embarazo de Sabo aunque fue realmente muy ajetreado por los antojos y vomitos que éste presentaba a diario.

Lucci intentaba atrapar a su pequeña hija escurridiza por toda la cabaña. Sabo reía por cómo no lograba en atraparla vio cómo Elizabeth gateaba hacia él, extendió sus brazos para atraparla y esconderla de su padre.

—Donde estás princesa...

Escuchó su risa en la cocina se acercó a pasos lentos pero lo único que vio fue a su esposo.

—A quién buscas cariño? —preguntó Sabo intentado ocultar a su hija.

Quería reír pero sabía que si lo hacía su hija sería descubierta por su culpa. Intentó alejarse de Lucci pero de un movimiento rápido éste se colocó enfrente suyo mirándolo fijamente

—Oh, creo que la princesa desapareció... —escuchó de nuevo su risa—. Entonces me comeré a su madre. —empezó a besarle su cuello escuchando un suspiro de su esposo.

Sabo se alejó lentamente para luego bajar a la pequeña y que ésta saliera gateando rápido para esconderse de su papá. Lucci rió por ver de donde salía su pequeña, acercó de nuevo a donde estaba Sabo para abrazarlo por la espalda.

Amaban estar juntos y más si estaba su pequeña princesa de por medio. Desde que Sabo renunció en su trabajo cómo revolucionario para cuidar a su pequeña admitia que era muy relagante vivir con ceros problemas, cero gobierno y cero papeleo.

—Ella está creciendo demasiado rápido... —murmuro Lucci—. Recuerdo cuando la vi por primera vez, su llanto y oh por Dios, su risa. Aquella risa tan hermosa de mi princesa.

Sabo se pegó más al cuerpo de Lucci sintiendo su calor y entrelazando sus manos.

—Que envidia tengo de mi propia hija —rió para luego sentir cómo Lucci lo besaba en la mejilla—. Nunca me dices esas cosas a mí —comentó para hacer un puchero.

Lucci lo volteó para que lo mirara y besos sus labios delicadamente sintiendo lo suave que eran aquellos.
El no tenía porqué repetirlo, cada noche se confesaba ante él dándole besos y mimos; conquistarlo de distintas manera, graciosas, vergonzosas y románticas.

Había cumplido con enamorarlo, prometió ante la luz de la luna que brillaba tan hermosa aquella noche que nunca pasaría dos veces por lo mismo que siempre estaría para él cómo en la salud y en la enfermedad. En todas las vidas posibles, lo trataría con todo su amor ya que gracia a él; ese sentimiento había crecido dentro de él de una manera muy repentina.