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A Robin no le importaba el frío. Por un lado, Nami siempre la ayudaba a elegir los abrigos perfectos para mantenerla caliente, así que eso nunca era un problema. Pero también le daba una excusa para estar cerca de Franky. Aunque su sistema de refrigeración era perfecto, sólo lo necesitaba en las islas de verano. Cuando las cosas se ponían más frías, todo su torso funcionaba como una almohadilla térmica, e invitaba a Robin a aprovecharlo al máximo.
En un día especialmente frío, no le importaba prestarle su abrigo a Luffy si eso significaba que podía acurrucarse junto a un cyborg de buen corazón.
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