El susto de un fantasma

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Habían pasado ya 4 horas y pico desde que empecé a trabajar, las canciones que tenía descargado se habían repetido 5 veces por lo que desconecté mis auris y empecé a escuchar mis pensamientos.

Estaba exhausta y completamente llena de polvo. Una imagen para nada presentable, lo cual tenía en mente ya que se acercaba la hora de almorzar. En mi primer día, por más de que esté rodeada de hombres, no es plan presentarme así.

—Ay no... —comienzo a sacudir mi ropa con las manos de manera brusca. De repente, después de un par de golpes a mi camiseta y pantalones, escucho que alguien toca la puerta. —No! —susurro para mí misma. —¡Un segundo, por favor! —digo "amablemente" mientras arreglo esta vez mi cabello.

—Solo vine a avisarle que es hora de comer, soldado, eso es todo. —dice Alejandro contra la puerta hasta que la abro fingiendo calma. —Señor. —Lo saludo firme.

El coronel Alejandro me mira de pies a cabeza. —Se ve que ha trabajado, soldado.

—Sí señor... —digo con la cabeza baja notando que se me nota lo sucia y desaliñada. —He avanzado lo suficiente para que a partir de las 17:00 horas pueda empezar con mi verdadero trabajo, señor. —me callo antes de que vuelva a interrumpir.

—Excelente. —responde con voz suave. —Sabía que no me decepcionarías... las primeras 3 horas de tu estadía aquí... —agrega el coronel mientras se dirige hacia las escaleras.

—Gracias, señor. —digo apagando la luz del cuarto oscuro y posteriormente cerrando la puerta mientras el coronel Alejandro mira su uniforme en mi espera, sorprendentemente. —disculpe la pregunta, ¿dónde puedo lavarme las manos? —pregunto con cierta vergüenza.

Alejandro se da la vuelta muy lentamente, me mira con una lenta sonrisa de costado y las cejas altas. —¿Perdona?

—Mis... manos... señor... —digo sintiendo la cara roja mientras este me me da una mirada burlona directo a los ojos.

—Claro, olvidé que no eres un hombre. —agrega el coronel. —muéstramelas. —agrega aun con una sonrisa pero esta vez desafiante y con ojos expectantes.

Yo, disimuladamente, suspiro y levanto mis manos.

—Esas putas manitas están más limpias que mis dientes, soldado. ¿Crees que aquí sobra agua? —me dice este sonriendo con burla.

Yo bajo mis manos sin protestar ni contestar.

Alejandro ríe por sus abajos en un resoplo y luego agrega: —allí hay un baño, no te tardes... —agrega Alejandro apuntando hacia la puerta que estaba obstruida por un par de cajas. —...soldado. —termina su frase mirándome de abajo a arriba sin que yo me de cuenta.

Luego de unos momentos pateando cajas y lavándome las manos con agua que posiblemente estaba más sucia que mis manos, subo junto al coronel y el resto a almorzar.

Al ir por el pasillo seguía el sonido de las voces para llegar al comedor que claramente yo no sabía dónde se encontraba. Por el camino, sacudo aún más mi ropa para estar presentable con el resto de mi equipo.

Finalmente llego a donde parecía ser el comedor, y la gran mayoría ya habían almorzado. Yo puedo notar como algunos se burlan de Alejandro por recién sentarse a comer. Después de ir y retirar el plato de comida que me respondía, lo miro de reojo antes de dirigirme hacia la mesa desocupada, puesto a que la mesa ocupada estaba... DEMASIADO ocupada.

—Eh, soldado! —exclama el teniente Rodolfo Parra. Cierro los ojos y me doy lentamente la vuelta. Al mirar hacia allí, casi todos los hombres tenía su mirada sobre mí, incluyendo al coronel Vargas. —Siéntate con nosotros hombre, deja que el resto te conozca. —agrega Rodolfo. En eso, mientras otros aún murmuraban, podía sentir la mirada curiosa del coronel Vargas sobre mí.

Mexican Trouble [Una historia con Alejandro Vargas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora