Comienza una historia con "había una vez..."

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Había una vez un pequeño niño aleman llamado Third R#ich, de tan solo 5 años, tan enérgico y travieso como un niño normal a su edad, tal vez hasta más. Este pequeño no estaba solo, siempre tenía a su lado a su hermano mayor, que era casi igual de travieso que él, siempre recibiendo un regaño severo de Austriahungría sobre como debería de portarse mejor ya que era el ejemplo de los más pequeños. También estaba el segundo hermano mayor, Hungría, que parecía poner más esfuerzo en pelear con el alemán que en lo que estuvieran jugando. Y por último, su pequeño hermano, Checoslovaquia, quien lo seguía e imitaba sin importar que tan mala o buena fuera la idea.

El pequeño R#ich amaba a su familia, a sus tres hermanos que lo querían tanto como él a ellos, y a sus padres que amaba más que nada. I. Alemán era su padre "de sangre", mientras que I. Austrohúngaro era algo así como su padrastro. Ni sus padres sabían explicar muy bien cómo se componía su familia, pero eso no quitaba el hecho de que eran una familia feliz. Sus padres se amaban y cuidaban por igual a cada uno de sus hijos. O eso creía.

Una noche escucho una gran pelea. Nunca los había escuchado gritar así, ni llorar así. Lo único que entendió en medio de todos los gritos, es que un país llamado Polonia era la razón por la que peleaban.

Después de eso su padre Austriahungría se llevó a sus hermanos, y el se quedó solo en esa gran casa. Su padre trabajaba, y la única compañía que tenía eran sus tres perros alemanes y su pequeño perro salchicha.

No siempre estaba solo, había ocasiones en que sus padres se reunían con otros países en su misma casa y podía ver a sus hermanos, volviendo a hacer las mismas travesuras y juegos de siempre. Justo como hoy, que jugaban a las escondidas, mientras los adultos hablaban en la oficina sobre cosas de adultos.

Tenían una regla que sus padres les habían impuesto cuando jugaban este juego. No pasar los límites del bosque. Pero sus padres habían mentido sobre estar siempre juntos, tal vez también mintieron sobre lo peligroso de esa regla.

Y así, el pequeño alemán convenció a sus hermanos de jugar donde tenían prohibido hacerlo. No era peligroso, era muy bonito, lleno de muchos árboles y plantas. Sus padres habían mentido sobre los peligros que encontrarían.

Corría libremente mientras buscaba un escondite ideal para no ser encontrado con facilidad, pero no pudo completar su tarea. Unos brazos lo levantaron y una mano le cubrió la boca. Un hombre le llevaba en brazos, corría por todo el bosque, mientras que él trataba de gritar, pataleaba y lloraba, hasta trato de morder la mano que le impedía hablar, pero solo recibió un golpe en su rostro.

No supo cuánto tiempo pasó hasta que llegaron con otro grupo de hombres. Hablaban raro, no era alemán, pero sabía que hablaban de él, lo veían, señalaban y reían. Solo podía temblar y agachar la mirada, pues si se atrevía a mirarlos mal o tan siquiera emitir un sonido, uno de esos hombros iba y lo golpeaba, en el mejor de los casos solo le gritaban que se callara.

Después lo llevaron a un edificio, aparentemente abandonado. Duro tres días ahí, solo comiendo una pieza de pan y unos cuantos sorbos de agua al día. En el cuarto día hubo una discusión entre tres de los hombres y los otros 5 restantes. Casi terminaban en golpes, pero terminaron apuntando con sus armas al pequeño grupo, y así poco a poco los llevaron y los encerraron en otra habitación.

Cuando terminaron se acercaron con él, le cubrieron la boca con cinta, un estruendoso trueno se escuchó justo cuando le desabotonaban el primer botón de su camisa, y eso es todo lo que recuerda. Todo lo demás era oscuro, se sentía fuera de si, como si no fuera el mismo, como si nada fuera real. Y de repente, volvía la luz, y no entendía nada de lo que pasaba, solo que uno de los soldados que habían encerrado lo llevaba en sus brazos, cubriéndolo con una manta para protegerlo de la lluvia.

reto de escritura (Countryhumans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora