Cuando la facilidad se rompe siempre huele a sangre.

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Desde el mismo vientre materno, la existencia de Koyuki ha sido un constante vaivén

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Desde el mismo vientre materno, la existencia de Koyuki ha sido un constante vaivén. Desde la infancia, su cuerpo no seguía las reglas establecidas, no era deformado pero su funcionamiento no era el convencional.

Mostraba un aspecto físico más esbelto y mal nutrido, con una altura menor y un peso sumamente preocupante a lo que se esperaba de su edad, a su vez manifestaba un tono azulado en sus labios y uñas, sufría dolores estomacales, inflamación, diarrea persistente o estreñimiento y malestares tras la comida. Se encontraba frecuentemente débil y fatigada, lo cual afectaba su energía y habilidad para involucrarse en actividades físicas.

Los tratamientos eran pocos, se limitaban a usar hierbas medicinales cuya efectividad era incierta y con un costo que se sumaba a la dificultad de conseguirlas. Vivir con esta condición se convirtió en un desafío tanto para ella como para los que la rodeaban. La medicina no lograba comprender su enfermedad, era una batalla constante. La debilidad la rodeaba, como si una fuerza invisible la obligara a permanecer inmóvil.

El ruido de las piedras triturando las plantas resonaba en los oídos de nuestra protagonista como el zumbido molesto de un mosquito. Evitó ver la causa del sonido y prefirió fijar la mirada en el techo de madera o en su propia mente, ya que sabía quién lo producía.

—¿Por qué pagó por estos medicamentos tan caros para una niña tan inutil? —murmuró su madre apretando los dientes—. Nunca vas a conseguir un muchacho en ese estado, no vales nada —expresó mientras trituraba el tratamiento en un pequeño bol de piedra elaborado artesanalmente, su lamento llenaba la habitación—. No puedes ni bañarte sola. —Cada queja suya era un recordatorio de la carga que era cuidar de su hija.

—Lo siento... Perdóneme... —Intentó excusarse, aunque ella misma sabía que nada que hiciera sería una disculpa legítima. Su voz estaba teñida de vergüenza y arrepentimiento. Sus intentos de no incomodar a su familia eran en vano, pues a menudo su cuerpo la traicionaba, y era su madre la que tenía que arreglarlo. Era un recordatorio constante de su vulnerabilidad y falta de autoeficacia, lo cual no ayudaba a aliviar la frustración de su madre.

Su progenitora le lanzó una mirada de desaprobación, la hija adquiriendo el conocimiento de que era de poco valor para su hogar con solo verse a los ojos.

—Disculparse no sirve de mucho si no mejoras —murmuró mientras pasaba una mano por su rostro con cansancio. La tensión llenaba la habitación mientras ella se sentaba a su lado con el cuenco de medicina—. Abre la boca —ordenó con brusquedad.

Koyuki tragó saliva y luego obedeció con un leve suspiro sin protestar, sabía que cualquier resistencia o negativa solo haría que su madre se enojara más. Abriendo la boca mientras observaba a su madre poner una mano atrás de su cabeza para levantarla ligeramente, acto seguido vertió el contenido del cuenco en sus fauces. El amargo sabor de la medicación recorrió su lengua.

—Sabe mal... —susurró Koyuki, dejando salir un pequeño gemido. Su rostro se arrugó, mostrando la evidente aversión por el medicamento. Sin embargo, tragarlo era necesario para intentar mitigar sus dolencias. Su madre la miró con un gesto duro, sin mostrar mucho afecto a pesar del esfuerzo de la joven por hacerlo.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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The Demon Couple | KNY AU.ᐟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora