Prólogo

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Mientras el hombre ocupaba sus deseos en oraciones bajo monumentos y templos a aquellos demiurgos seres que reinaban sobre los castillos celestiales, el reino de los muertos era conquistado por aquellos pecadores que destacan con ira bajo aquellos humanos que vivían en defunción, con el castigo de la dolorosa eternidad sin sentir aquello que en vida era un placer mundano. Aquellos que llamaban calamidades. De entre millones, de aquellos cuatro eruditos de la muerte, uno brillaba tanto que hasta los vivientes aun temblaban bajo su nombre, el único que humillo a una buena cantidad de Dioses, matando a una cantidad alarmante de seres divinos. Bajo su mano fue fundada la gran ciudad fantasma, era temido en los tres mundos.

Mucho se hablaba sobre las grandes hazañas de la orgullosa calamidad. Mas allá de puro palabrerío, tan solo se hallaba alguien distante. Luo Ying pesaba eso, mientras suspiraba por aquel fantasma.

Luo Ying, un joven aprendiz, tan solo observaba a la distancia. Esta calamidad tallaba y tallaba, se aseguraba de tener los mejores acabados sobre la madera, quería restaurar aquella vieja casona que parecía que con un solo soplido se derrumbaría, alguien tan poderoso haciendo una actividad tan mundana. "Es un templo" en algún momento habría mencionado Shen Qingqiu.

"Al perrito llorón le dará un infarto si se entera que no estas con la viuda amargada" dijo aparentemente a la nada. El apuesto joven de túnicas rojas no dejaba de concentrarse en su labor, sin embargo, se hallaba alerta. No muy lejos, detrás de la pequeña arboleda, el observador que pensaba ser imperceptible dio un sobresalto, salió de su escondite con la cara roja. "Este no es lugar para el joven príncipe" no parecía sorprendido, estaba acostumbrado a los acosos de aquel jovencillo.

"Tenia curiosidad, siempre estas aquí, creí que un rey tenía más responsabilidades" replico.

"Lo mío tan solo son apodos, lo tuyo si es una responsabilidad" ninguno dijo nada. Luo Ying mordisqueaba sus rojizos labios, los ojos grises posados en el excesivamente alto Hua Cheng, quien ni se inmutaba. "Dentro de poco me iré"

Dejo a un lado su larga túnica roja, uno de muchas capas de tela, mirando al muchacho respondió en un gélido tono: "Ya lo sé"

"¿No te importa el hecho de que tal vez ya no nos veremos más?" cuestiono en un tinte caído, aquellos iris grises estaban tristes.

"Volverás"

"Pero no será los mismo, yo ya no podre mirarte más"

"Soy consciente"

"¡¿Es que no lo entiendes?! ¡¿Cuántas veces tengo que decirlo?!" Las lagrimas caían sobre las rojizas mejillas, enfadado ante la fresca expresión del ufano fantasma. "¡Te amo! ¡Te amo tanto que seria capas de renunciar a todo lujo por ti! ¡No me interesan los dragones, no me interesa la princesa, no me interesa ningún joven líder! ¡¿Qué es lo que tengo que hacer para que me mires de otra manera?!" grito, camino tan rápido, acabando con la distancia. Ambos hombres se miraban a los ojos, uno estaba tan tranquilo que él otro tan solo quería estampar su cara con el suelo.

"¿Y yo cuantas veces tengo que decirte que no te amo?" el rey fantasma estaba frustrado de tanta insistencia.

"¡Tienes que mirar el futuro, él ya no volverá! Aunque duela es la verdad ¡XIE LIEN YA NO ESTA, MURIO!"" la mano adornada en joyería de plata, estampo contra el carillo izquierdo de Luo Ying.

"Te quiero, y te respeto por el molesto perro que tienes por padre, por ello no te mato. Pero no voy a permitir que manches su nombre con esos sucios labios" gruño, con la mirada pintada en furia.

"¡Bien! Entonces espero que no te moleste mi compromiso. Estas invitado a mi boda, Lluvia Sangrienta, Hua Cheng"

"Ten por seguro, que soy yo quien más alegre esta por esa boda"

Ninguno volvió a verse desde aquella tarde.

Semanas después, sentado en el cómodo sillón con pintas de trono, disfrutando de las turbulencias en los telares rojizos de delicada finura que colgaban del inmenso cielorraso, junto al bullicio de aquellos demonios que apostaban cuerpos humanos sobre el mesón cuyos dados saltaban. Hua Cheng estaba en silencio.

La comodidad acabada por los apresurados pasos de un nuevo visitante. Una delgada figura pasaba las cortinas, era un joven de graciosa mascara.

"¡Mi señor! ¡Mi señor!" gritó este.

"¿Qué ha pasado?" cuestiono algo alarmado el monarca. No era común que su vasallo actuara de esa manera.

"¡Es el rey demonio, pide su ayuda! ¡El clan Jin se ha aliado con los dioses, están atacando a los otros clanes!"

"Luo BingHe podría encargarse de eso con su ejército. Tiene a toda la cumbre de su esposo como aliado, sin contar a los dragones"

"No es eso, mandaron al joven Luo, pero eso fue hace más de tres días"

"Ve al grano, me estas mareando"

"El joven Luo Ying fue asesinado por la corte celestial, es una declaración de guerra hacia usted" 

El lazo rojo (HuaWei/MXTX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora