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Liriel llevaba aproximadamente unas cuatro horas caminando sin rumbo alguno.
Su estómago rugia pero ella no le daba interés alguno, estaba cansada por la persecución que tuvo con esos guardias del reino de agua que la habían descubierto escapándose.
La femenina frenó su caminata y se sentó en un tronco, ya estaba por anochecer y no tenía dónde dormir.
Se quitó la capa de ella y la colocó encima del frío suelo, recostó su cuerpo en esta y cerró sus ojos decidida a descansar y mañana seguir.
El sol ya había salido, la peliazul no sabía la hora exacta que era. Se había despertado gracias a unos lobos de fuego, estos al verla le gruñeron y se fueron.
Liriel supuso que por los lobos, el reino enemigo de su padre estaba cerca.
La peliazul se levantó y se estiró un poco para abandonar el lugar, pero escuchó unas pisadas acercarse a ella.
───¡Debe estar cerca, aceleren el pasó!───La adolescente sintió un escalofrío invadir todo su cuerpo al escuchar aquellas voces.
Eran los guardias.
Rápidamente agarro sus pertenencias y salió corriendo de ahí.
Sin siquiera saber dónde huir estuvo por 29 minutos corriendo, hasta que se topo con el reino de fuego.
Sin otra opción terminó adentrándose al reino. Una mala idea siendo Liriel su elemento contrario.
La princesa se detuvo y comenzó a caminar para no llamar la atención de los pueblerinos, lo que no funcionó ya que la gente de fuego miraba a la chica como si de un monstruo se tratase, esta al notarlo se tapo con la capa.
"¿Qué rayos puedo hacer...?" Se preguntó para si misma mirando un posible camino para escapar.
No tenía la menor idea de dónde ir.
Sintió un fuerte tirón en su brazo obligándola a darse vuelta, unos de los guardias de agua la había agarrado.
───Vendrás con nosotros al reino, órdenes de tu padre───Informó uno de ellos.
