El remordimiento del prisionero

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Aquí de nuevo con una traducción del fandom de Harry Potter (y es que siendo honesta, tiene tanto material que por narices tiene que haber joyitas para todos los gustos).

Esta vez es una historia protagonizada por Remus y Gellert que me encanta, ya que establece paralelismos entre Albus/Gellert y Remus/Sirius.

Podéis encontrar la original en la url: https://albus-x-gellert.livejournal.com/5622.html?utm_source=3userpost

¡Espero vuestros comentarios!

I

Los retratos parecían estar todos dormidos; al menos, no alzaron la vista cuando Remus entró en la estancia, por lo cual estuvo agradecido, aún si probablemente Dumbledore hubiera enfatizado de todos modos la importancia de su discreción. El propio director se encontraba de pie junto a la ventana. Cuando la puerta se abrió, se giró rápidamente.

—Mi querido Remus —dijo cruzando el espacio para darle un apretón de manos—. Por favor, entra. Toma asiento.

Esa mañana de noviembre el cielo permanecía aún sumido en la oscuridad al otro lado de las ventanas. Remus se sentó frente al escritorio de Dumbledore, sin levantar la vista. No anhelaba tener esa conversación en absoluto, no tenía necesidad de oír las condolencias de Dumbledore. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

Dumbledore tomó asiento también, codos sobre la mesa, las yemas de los dedos apoyadas ligeramente unas con otras. Recuerdos de otras conversaciones, más tempranas, asaltaron su mente de pronto, Remus se estremeció y cerró las manos para evitar que estas temblaran también.

—Lo siento —dijo Dumbledore rompiendo por fin el silencio. Remus asintió, había esperado eso mismo—. Es terrible, me temo, que algo tan maravilloso como la caída de Voldemort conlleve sacrificios de semejante calibre. —Dumbledore ladeó la cabeza—. Sin embargo, los que sobrevivimos tenemos el deber de restaurar el orden, para prevenir que horrores similares se vuelvan a repetir en un futuro.

Remus asintió de nuevo, preguntándose —no por primera vez— qué podría querer Dumbledore. Para variar, no había misiones de importancia pendientes, e incluso si hubiera habido alguna, Remus no se sentía como para ocuparse de ellas. Era un superviviente, sí, pero eso era todo lo que quedaba de él; incluso su amor propio, el poco que había tenido, le había sido arrebatado.

Igual había sido llamado para asegurarse de que no haría nada peligroso. Remus sintió cómo se le secaba la boca al pensarlo. No era que nunca hubiera pensado en ello —por supuesto que sí, ahora más que nunca—, pero después de haber estado maldito por dieciséis años Remus se había vuelto sorprendentemente eficaz en el arte de aferrarse a su propia existencia, sin importar cuán lamentable esta fuera. Si era algo, era un superviviente. El director no tenía nada de lo que preocuparse.

Dumbledore carraspeó.

—Confío en que has oído hablar de Gellert Grindelwald.

Sorprendido, Remus alzó la vista.

—Por supuesto.

—Entonces tendrás conocimiento, estoy seguro, de su reinado de terror, que no solo duró varios años, sino que también cambió para siempre el rostro de la Europa mágica —había un tono de acero en la voz del director y su sonrisa era más dura de lo habitual—. Fui convocado para duelarlo. Nadie más estaba dispuesto a hacerlo, si me permites hablar con franqueza. Y gracias a la suerte y a una habilidad que era ligeramente mayor que la suya, pude derrotarlo. Aun así, el daño no pudo ser completamente deshecho, como bien puedes imaginar: el caos era demasiado grande. Se tardaron décadas en restablecer el equilibrio en la mayoría de los países involucrados. Si tenemos suerte, todavía podríamos ser capaces de restaurar Gran Bretaña del daño infligido por Voldemort, pero las cicatrices que dejó Grindelwald nunca desaparecerán por completo.

El remordimiento del prisionero (TRADUCCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora