La conocí en agosto, cuando los rayos del verano iluminaban todo menos mi vida. Una tarde, cuando me cansaba aún más de la vida, di con ella y a pesar de estar a distancia coincidimos como los astros alineados en la galaxia. El primer mensaje, la primera conversación, fue simple y tonta. Yo buscaba amigas y ella estaba dispuesta a ser una.
De las primeras veces nunca esperas nada, al menos yo no. Agosto nunca me había traído nada bueno, solo quería que se terminara mientras me perdía aún más en mi propio dolor. Las estaciones, ese año, eran etapas sin sentido. No había comienzos nuevos porque yo me negaba a tener uno. ¿Por qué comenzar algo si se iba a terminar? Mi vida no tenía un rumbo porque lo había perdido y la brújula estaba rota.
No tenía punto cardinal que seguir y a mí al rededor, la oscuridad tenía tiempo que no me permitía ver más allá. Yo era una ave presa en una jaula de tristeza. Sin esperanza y con alas rotas.
Deje de intentarlo, vivir no era para mí. Así que me quede varada y quieta en un barco que pronto se hundiría. Me mantuve así hasta que la luz de su faro me ilumino.
La encontré un verano del veintidós.
ESTÁS LEYENDO
Para el Sur
PoésieLe prometí dos cosas: Que nos casaríamos a los veinticinco. Que le escribiría un libro. Solo pude cumplirle una.