El viaje de nuestras vidas

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3 años y medio después.

-¡Ya es hora! ¡Max, levántate! ¡La licenciada me acaba de llamar! -movió a su esposo con euforia, hasta el punto de darle golpes no muy sutiles en la espalda-. ¡El trámite terminó!

-¿¡Cómo que ya!? ¡Hace días dijo que todavía faltaba tiempo! -se enderezó con cierta pereza, sin embargo, trató de despertarse y ponerse manos a la obra-. ¿No podemos ir más tarde?

-¡No, Emilian! -chilló mientras se sacaba la pijama y se vestía con rapidez con la ropa que había dejado previamente preparada la noche anterior-. ¡Tenemos un año esperando por ésto! ¡No podemos ir después!

-Bien, vida mía. No grites, tranquilo. Voy a despertar al niño -murmuró con bastante flojera, aún estirándose y haciendo crujir su espalda. Se acercó al pelinegro y besó con dulzura la mejilla de éste-. Buenos días, te amo.

Al salir de la habitación que compartía con su esposo, Verstappen suspiró. Nuevamente ese sentimiento de nerviosismo extremo lo envolvía, igual que aquella vez en Barcelona. Negó divertido ante los recuerdos de todo lo que había pasado entonces, aunque se vió interrumpido por unos pasitos que resonaron en el pasillo de madera.

-¿Papi?

-Miren quién está aquí -sonrió y se puso de cuclillas solo para recibir al pequeño castaño entre sus brazos y acurrucarlo un ratito-. Buenos días, Patito.

-Buenos días, papi -murmuró mientras se tallaba los ojitos, tratando de quitar ese sueño que aún tenía-. Escuché a mi papito Checo gritar. ¿Otra vez le dieron calambres? -soltó una risita infantil y juguetona-.

Max soltó una risa. Para que tuviera solo cuatro añitos, Patricio era un niño muy inteligente y carismático. Desde que lo conocieron, cuando el pequeño tenía solo unos cuántos meses de nacido, supieron que sería una persona increíble, llena de alegría, porque sonreía todo el tiempo sin parar y sus ojitos siempre brillaban; y así estaba siendo.

-No, Pato. Papi Checo está apurado porque tenemos que ir a resolver un asunto -le informó mientras caminaba de vuelta a la habitación del pequeño, con la intención de ayudarlo a vestirse-.

-¿A dónde, papi? ¿Voy a poder ir?

-Esperemos que sí, mi vida. Y en caso de que no, los tíos Antonio y Paola y los abuelos estarán aquí -sonrió-. No tardan en llegar. Pero ven, vamos a ponerte un cambio de ropa increíble.

-Papi, ¿me puedes poner mis tenis que prenden luces? -preguntó mientras movía sus piecitos de arriba a abajo, esperando sentadito en la cama y viendo al rubio buscar ropa en su armario-.

-Claro que sí, mi amor.

-¿Y mi suéter rosado que me regaló abue Sophie?

-Por supuesto, cielo.

-Okie dokie, papi.

Entre el silencio tranquilo de Max, que vestía con calma al niño, la vocecita de Pato resonó dulce y tierna cuando comenzó a cantar algo que Max no entendió en su totalidad. Y es que apesar de vivir por tanto tiempo en España, aún no dominaba el idioma como esperaba, y su pequeño Pato a veces olvidaba que su padre no los entendía aún mucho a él ni a su papi Checo.

-¿Qué cantas, amor?

-Es una canción de una película, papi. ¿Te acuerdas de Monsters Inc? Me gusta mucho la canción de... -se detuvo a pensar un momento, luego sonrió-. La canción de Boo. Tengo una flor que es para ti, con mucho amor. Canto para ti ésta canción, ésta canción.. -cantó de nuevo-.

-Me encanta, está hermosa esa canción -sonrió-.

-¡Buenos días! -Sergio entró a la habitación, rompiendo ese ambiente calmado con toda su energía y emoción desbordantes-. ¿Cómo amaneció el amor de mi vida?

Trip to Barcelona [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora