El concubino ciego dice, —oh, Dios. ¿¡Por qué no lo dijiste antes!?
No puede ver que Xiao Bao sigue de rodillas, —rápido, ve a hacer una taza de té.
Xiao Bao mira a su amo, y después gira la vista hacia el emperador, con miedo a
moverse.
Desprevenido, el concubino le dice al hombre, —¿cómo es que estás aquí? ¿No
deberías estar en tu puesto?
El emperador dice, —ya he terminado, por lo que en el camino de regreso vine a
visitarte.
El concubino se siente excepcionalmente feliz, —generalmente no recibo a muchos
invitados. Que una persona sólo quiera venir y hablar es muy raro.
El emperador responde, —si gustas, te visitaré a menudo.
Los ojos del concubino se curvan en un agradable arco, —ahora es una promesa.
Tira de la manga del emperador camino al suave diván.
—Siéntate aquí donde está suave.
El emperador levanta el dobladillo de su toga y se sienta, después finge sorpresa, —la
última vez que vine aquí no había visto esto. ¿Quién te lo dio?
El concubino sonríe alegremente.
—Quién me va a dar un regalo así. Xiao Bao lo encontró. De todos modos nadie lo
quería y tirarlo sería un desperdicio.
Como si lo comprendiera, el emperador dice, —así que así fue. Tienes una verdadera
joya aquí.
Xiao Bao ha hecho el té dentro de la casa principal y ahora se dirige afuera para
servirlo. El concubino pregunta, —¿qué juego de té usaste?
Xiao Bao responde, —el juego con las flores de ciruelo, amo.
El concubino asiente.
Sin pensarlo, el emperador bromea, —¿qué más da? ¿Por qué usarías un juego de té
con flores de ciruelo en verano?
El concubino se ríe tontamente.
—Importa. Únicamente tengo dos juegos de té, uno con bambú verde y el otro con
flores de ciruelo. Yu Li rompió el juego del bambú verde, rajándolo. Y el juego de las
flores de ciruelo es nuevo de manera que sólo lo sacamos cuando es Año Nuevo o en
alguna otra festividad.
El emperador toma la taza de té que le ofrece el concubino, planeando en secreto el
enviar un nuevo juego de té para el día siguiente.
Durante un rato toman a sorbos el té hasta que el concubino pregunta, —¿dónde está
tu puesto de guardia?
El emperador piensa y dice, —resguardo la residencia del emperador.
—¿La residencia del emperador? —exclama el concubino ciego—. ¿Está bien que dejes
tu puesto de esta manera?
—Está bien —dice.
Aun así el concubino está preocupado, —¿qué si te encuentran y te castigan?
El emperador reflexiona por un instante y responde seriamente.
—No creo que el emperador me castigue por esto.
Sonaba seguro de sí mismo.
—Qué bien —asiente, creyéndose la mentira.
Xiao Bao se mantiene a distancia en el costado, con una bandeja de sándalo entre sus
manos, empezando a sudar frío.
De su manga, el emperador saca algo envuelto en un pañuelo y se lo ofrece al
concubino.
—Está bueno. Pruébalo.
El concubino desata el nudo del pañuelo y tantea. Piñones.
Coloca un par de ellos en su boca para saborearlos. El aroma asalta sus sentidos. En
realidad saben rico.
El emperador piensa que cuando el concubino come piñones, parece una especie de
animalillo sosteniendo la comida entre sus patas, mordisqueándola minuciosamente.
El concubino ciego dice, —¿puedes salir muy seguido del palacio imperial?
El emperador se ríe.
—¿Por qué la pregunta repentina? Por supuesto que puedo.
Al escucharlo, el concubino le envidió.
—¿De verdad? Yo no he dejado el palacio en muchísimos años.
—¿En serio? —dice el emperador.
—Hmm —responde el concubino—. De hecho desde que entré al palacio, no lo deje
del todo. Después cuando me mudé al palacio frío, tuve menos oportunidades de
irme.
El emperador piensa y dice, —de acuerdo con las reglas del palacio, eso está bien.
El concubino ciego baja la cabeza, y come los piñones en silencio.
Su rostro tiene una leve expresión de soledad.
—¿Tanto deseas salir?
El concubino hace un sonido de asentimiento.
—Lo deseo tanto que es insoportable.
Su voz se hizo un murmuro evidente, —pero no puedo y... tampoco es conveniente.
Sus ojos grises se nublaron.
Desde que hubo entrado en el palacio imperial, no lo ha dejado.
Después, ni siquiera pudo dar un paso fuera del palacio frío.
Generalmente, intenta no pensar en esto porque una vez que lo hace, se sentirá
triste.
El emperador pregunta, —si salieras, ¿qué te gustaría hacer?
—Dar un paseo por las calles concurridas. Escuchar a los niños que corren. Oler el
aroma de los dulces pastelitos inundando el aire. Después, compraría una banderilla
de fruta con caramelo. Eso sería bueno.
El emperador pregunta, —¿eso es todo?
—Así es —el concubino ciego asiente—, eso es todo.
De alguna manera está nervioso al dejar ir despreocupadamente lo que ha escondido
en el fondo de su corazón. Tantea para buscar a Yu Li y jalarlo hacia sus brazos.
Si abraza a Yu Li, nadie se dará cuenta de que sus manos tiemblan con fuerza.
La línea de visión del emperador recorre al concubino, —se está haciendo tarde. Me
debería ir.
—Oh, claro —el concubino alza el rostro—. No vaya a ser que lo descubran.
El emperador sonríe, —lo recuerdas.
Su abanico cerrado da un golpecito en las cejas del concubino.
—Por supuesto que sí —dice el concubino—. Solo espero que no te metas en
problemas, si no, ya no podré verte.
En respuesta, el emperador dice, —eso es verdad.
El concubino sonríe alegremente, —gracias por acompañarme.
—¿Qué hay que agradecer?
El concubino responde, —porque nunca antes alguien había venido. Eres el primero.
Después de vacilar, continua, —algunas veces Xiao Bao se va y Yu Li no está aquí. Se
pone bastante silencioso y no sopla el viento. Entonces me llego a preguntar si sigo
vivo o si ya estoy muerto.
Cuando el viento acrecienta por la noche, el emperador ya se ha ido desde hace
mucho tiempo así que el concubino ciego lleva a Yu Li dentro de la casa.
Xiao Bao trae la comida a la mesa, junto con la comida de Yu Li que ha dejado a un
lado.
El concubino rasca la suave melena del gato, acarreándolo a su plato de comida y
colocándolo en el piso.
Xiao Bao coloca unos palillos en las manos del concubino.
—El amo está muy feliz hoy.
Después de dar un mordisco, el concubino asiente eufóricamente con la cabeza.
—Alguien hizo una visita.
Xiao Bao pregunta, —¿el amo quiere que venga seguido?
El concubino ríe, —por supuesto.
Después pregunta, —¿Xiao Bao también quiere que venga?
Xiao Bao traga malhumoradamente un bocado de arroz y después de una larga
espera, dice, —... hmm.
El concubino come un par de bocados, y de repente piensa y pregunta con rapidez,
—no dije nada malo hoy, ¿verdad?
Xiao Bao muerde sus palillos, dudando, —¿por qué el amo dice eso?
El concubino está un poco avergonzado.
—No he hablado con nadie más durante mucho tiempo y hace ratito estaba tan feliz
que dije cosas como que quería dejar el palacio y comprar banderillas de fruta con
caramelo. ¿Fui ridículo? Espero que no se haya reído de mí, o que no venga la
próxima vez.
Xiao Bao apretujo un pedazo de verdura entre sus palillos y lo puso en el tazón del
concubino.
—El amo no dijo nada malo hoy. Aquella persona no se estaba riendo de usted.
—¿No?
—Para nada —Xiao Bao habla con firmeza—. Estuve observando todo el tiempo. No se
preocupe. Esa persona no le encuentra ni una pizca de risible.
El concubino ciego dice, —qué bien —y baja la cabeza para comer.
Xiao Bao dice, —amo, no solo coma arroz. Coma más carne. Hoy es puerco.
Los ojos del concubino se abrieron, —¿en serio?
Xiao Bao dice, —sí —piensa, y después agrega—. Debe ser porque el clima se está
volviendo cálido y por eso nos ha tocado más carne. Coma más, amo. No deje nada.
Mañana habrá más.
El concubino está feliz, —eso es genial.
Después dice, —dale algo a Yu Li también. Nunca ha comido algo bueno al estar con
nosotros.
Xiao Bao dice, —ya sé. No se preocupe.
Después de terminar las dos cenas, ya se hace tarde.
El concubino no ve así que se duerme temprano.
Xiao Bao enciende las velas y las cubre con unas pantallas. Espera al concubino
mientras se lava, para después llevarlo a la cama.
El concubino dice, —¿cuántas veces lo he dicho? Lo puedo hacer solo.
Xiao Bao no puede sino responder, —¿quién es el que simplemente vierte el agua
para lavarse pero se quema la mano al hacerlo?
Con culpabilidad el concubino baja la mirada, —fui descuidado.
Xiao Bao pone una expresión seria, —no lo vamos a discutir.
El concubino susurra bajito, —estoy ciego pero no lisiado.
El rostro de Xiao Bao sigue sin emociones.
En el invierno pasado el concubino dijo las mismas palabras. Xiao Bao sintió que su
corazón dolía sordamente en su pecho y al final, de mala gana, dejo que el concubino
se lavara por su propia cuenta. Como resultado, al segundo día el concubino se
quemó la mano.
Y aún hoy en día le preocupa el recordar las manos del concubino llenas de ampollas.
Xiao Bao mira las pupilas grises y sin vida del concubino y se va, cerrando la puerta
tras él.
El concubino pone la cabeza en la almohada.
Y aunque no puede ver, le gusta que las velas estén encendidas.
Porque la luz que emanan las flamas son cálidas.
Puede decir en donde se encuentra la ventana o la mesa cuando estas se encuentran
encendidas, haciéndole sentir a salvo.
Cuando rememora aquella tarde, su rostro se enciende.
Porqué tuvo que decir esas cosas. Al menos se lo dijo a un guardia. Si se las hubiese
dicho al emperador, le hubieran cortado la cabeza.
Pero pase lo que pase, aún quiere salir por una vez.
Antes de que muera, solo una vez.
Desea respirar el aire de afuera, y sin inhibiciones, caminar más allá de las paredes
del palacio.
Como hace mucho tiempo lo hizo cuando todavía era libre.
El concubino recuerda los momentos antes de haber entrado al palacio, y sonríe.
Cuan feliz había sido cuando tenía a su madre y a su padre.
Vivían unidos como familia, se sentaban juntos en la mesa para la cena, como si
pudieran estar juntos por siempre.
El concubino se pierde profundamente en sus recuerdos. La suave luz de las velas se
refleja en sus pupilas. Es como si de repente sus ojos cobraran vida.
Un par de brillantes ojos en un rostro pálido como la porcelana.
Los sirvientes del palacio tenían razón. De verdad son hermosos.

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El concubino ciego [BL]
FantasyUn concubino ciego vive en el palacio frío. Y tiene con él un gato blanco como la nieve. Día tras día, año con año, vive tranquilamente en el patio del palacio frío. Como si ya hubiese sido olvidado por todo el palacio imperial. Hasta que un día...