Los días fueron pasando sin ninguna novedad, la chica del oeste no había sido encontrada aún, por lo que Gadgeth continuaba durmiendo. Akir durante el día cuidaba de Lineth, permitiéndole utilizar su habitación para comer y bañarse, además de que le había conseguido unos vestidos obtenidos ilegalmente del barrio rojo, para que pudiese cambiarse de vestimenta al menos tres veces por semana, y de noche él iba al barrio rojo a pasar toda la noche hablando con Evangeline hasta que saliera el sol.
Ella conforme pasaba el tiempo confiaba más en él, y no podía evitar sentir que poco a poco se iba enamorando más de él, situación que la confundía muchísimo considerando el cargado y peligroso ambiente que la rodeaba. Las circunstancias de su estadía en ese lugar eran demasiado estresantes, ya que un paso en falso significaría su muerte, pero alguna fuerza interior dentro de su ser la impulsaba a estar cada vez más cerca del comandante de la reina.
– Debo irme – dijo Akir, mirando la hora, esa noche tenía otros encargos, así que no podía permanecer hasta el alba con Evangeline, lamentablemente.
– ¿Bromeas? Acabas de llegar – se quejó ella, tomándolo del brazo.
Él se sonrojó ante este gesto, ella tan solo llevaba puesta su pijama de satén con encaje color verde musgo, una que él le había comprado, y al parecer se había bañado recientemente, puesto que un exquisito aroma a lavanda la envolvía por entero.
– Lo sé, pero solo pasaba a ver cómo estabas. Tengo otros encargos, y necesito dormir un poco, llevo como un mes entero sin poder descansar como debería – expresó él, sonriendo con pesar, no deseaba irse en realidad.
– Descansa aquí – ofreció Evangeline, mirando su cama con una sonrisa.
Akir parpadeó, ¿qué hacía? Ahora que lo notaba, al principio ella no se atrevía a tocarlo, e incluso se trenzaba el cabello, pero en los últimos días no lo soltaba por nada, y siempre llevaba el cabello suelto.
– ¡No! No puedo, imposible. Me voy – cortó él, girándose hacia la puerta.
– ¡Quédate! Por favor – insistió ella, abrazándolo por la espalda.
Akir se paralizó, podía sentir el calor de su cuerpo traspasando la tela de su armadura, no era como si fuese de acero realmente, y sus atributos estaban rozándole la espalda. ¡No! ¡No! Debía pensar con cordura, alejarse de ella.
Recordaba del tiempo en que había trabajado en aquel prostíbulo, que a veces, dependiendo de la época, las mujeres se volvían muy seductoras debido a un factor hormonal, ¿quizá Evangeline estaba pasando por esos días?
– He dicho que no. No puedo quedarme – replicó él, dando un paso adelante, pero ella se aferró más fuerte a su pecho, abrazándolo por completo.
– ¿Ya no te gusto? Habías dicho que te gustaba, ¿cambiaste de opinión? – preguntó ella, sonando triste.
– No es eso... no es prudente que me quede – musitó él, frunciendo el ceño mientras sujetaba las manos de ella que estaban aferrándose a su pecho.
– ¿Por qué no? – preguntó ella, sin soltarlo.
Su tono alteró en un instante la paz del comandante, de forma que él se giró rápidamente y tomó su rostro entre sus fuertes manos de guerrero, para besarla apasionadamente en los labios, llevaba mucho tiempo aguantando las ganas de hacerlo, y francamente su insistencia no le ayudaba.
Evangeline, en un primer momento se quedó congelada ante la sorpresa del gesto, pero un segundo después correspondió con tanto ímpetu que Akir tuvo que separarse de ella para comprobar si realmente estaba besando a la mujer correcta.
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El Poder del Destino
FantasySiguiendo la línea del Tiempo de Hijos del Destino, la secuela El Poder del Destino, nos cuenta la historia inconclusa que nos dejó el libro anterior. Gadgeth se encuentra desaparecido en un sitio lejano, desconocido incluso para los sabios de Hazen...