1: Invisible (Eloy Moreno)

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Un héroe puede ser cualquiera, incluso alguien haciendo algo tan simple como poner un abrigo alrededor de un joven para hacerle saber que el mundo no ha terminado. BATMAN/El caballero oscuro


No se necesita tener rayos X en los ojos para ver que algo no está bien. SUPERMAN


Con el paso de los años se ha dado cuenta de que algunos recuerdos duelen igual que si hubieran ocurrido ayer.


Ah, y entre todos esos sonidos hay uno mío, digo mío porque está dentro de mi cabeza. Es como un pitido fuerte, tan fuerte que a veces parece como si una aguja me atravesara de lado a lado los oídos. Viene y va durante todo el día, pero cuando más me molesta es por las noches, cuando todo está en silencio.


Busco con la mirada el pequeño reloj que está en la pared de enfrente, de esos que tienen números que pueden verse en la oscuridad: las 02:14, más o menos como las últimas noches. Parece que, a pesar de las pastillas, no soy capaz de dormir más de tres o cuatro horas seguidas. Pero bueno, las cosas han ido mejorando: ya no grito al despertarme, ya no lloro de dolor al moverme y cada vez tardo menos en acordarme de dónde estoy. Ah, y lo más importante de todo, la gente ya puede verme.


Es extraño que justo ahora, cuando vuelvo a ser visible, es cuando más perdido me siento.


Como reencontrarse con alguien del que no sabes si te has despedido, muy raro.


Después de tantos años siendo amigos, de pronto, al verse frente a frente no supieron cómo mirarse.


Creo que lo hace porque aún tiene miedo de que, de un momento a otro, me vuelva otra vez invisible y no sepa encontrarme.


Necesito saber que si vuelvo a desaparecer al menos alguien sabrá dónde estoy.


Saco mi mano y la pongo sobre la suya, y noto su piel caliente, y la aprieto, y siento los latidos de su corazón en sus dedos... Y le digo en voz baja algo que jamás me atrevería a decirle si ella estuviera despierta: <<Mamá, te quiero>>.


Mantiene sobre su cuerpo una mano que es a la vez el ancla que le permite que ambos sigan unidos como lo estuvieron antes de nacer, con aquella seguridad de estar juntos sin ni siquiera verse, porque a veces no es necesario ver el cuerpo cuando se está en contacto con el sentimiento.


Porque a veces son unos milímetros de tiempo los que deciden entre la vida y la muerte, entre un es y un era.


Porque a veces es un pequeño impulso en el cerebro el que decide cómo se va a dibujar el futuro.


Duerme, pero no es capaz de descansar porque, aunque sus ojos están cerrados, sus heridas —las internas— siguen abiertas, a la espera de que sea la cicatriz del tiempo las que las apague.


Cuando uno quiere ser invisible después no puede culpar a nadie por no verle.


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