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Nelly

Abro los ojos sintiendo un horrible dolor de cabeza. Quizás no debo beber tanto como lo hice, ni siquiera recuerdo como fue que llegué a la habitación que tengo aquí en casa de mi abuelo.

No soy de beber, no lo hago mucho y menos de esa manera. Pero hay momentos en los que me permito hacerlo, mayormente si estoy en un lugar seguro y con mi familia.

Los golpes en mi puerta hacen que me queje, mamá entra con un vaso de agua y lo que supongo que son unas pastillas.

—Justo venía a despertarte. —me pasa lo que trae. Suelto un suspiro echándome la pastilla a la boca y pasándola con agua— Sara preparó el desayuno, lo servirá en unos minutos así que por favor ve a bañarte y baja.

—Tengo dolor de cabeza...

Froto mi sien. No quiero bajar, me quiero quedar aquí durmiendo.

—Sabes que no me gusta cuando bebes de esa forma. —mamá se cruza de brazos— Ve a ducharte, colócate algo cómodo y baja.

—Pero... —enarca una ceja— Ay, ya voy.

Me pongo de pie, recibiendo un beso en mi frente de su parte antes de irse, advirtiendo que si no bajo en quince minutos volverá a subir.

Sí tengo hambre, no cené nada anoche y si es comida de mi abuela sí me apetece. Sus desayunos son muy ricos.

Hago caso caminado hacia el baño. Cepillo mis dientes luego de encender la regadera y espero que se ponga el agua caliente. Entro dándome un baño rápido pero que me quite el sueño y el dolor de cabeza que tengo. Lavo mi rostro, y cuando salgo en vuelta en una toalla me coloco mis cremitas para no verme tan demacrada.

Entro al armario, colocándome unas bragas blancas y un vestido de flores en blanco, sin sujetador. No tengo ganas de colocarme uno.

Bajo hacia el jardín en donde me dicen que se encuentran todos. Y con todos de refieren a mis padres, mis hermanos, mi tío y su esposa, mis primos y claro, mis abuelos.

Me siento a un lado de papá, colocando mis codos sobre la mesa y frotando mi rostro.

—Buenos días. —murmura papá, siento como deja un beso en mi sien.

—Hola... —respondo con voz ronca— Quiero café.

—Aquí tienes, linda. —la abuela Sara me pasa una taza con café negro. Hago una mueca, pues no me gusta sólo— Bébelo, para que se te pase la resaca.

Lo bebo tomando el plato de tres panqueques que me pasa Rachel. Lo dejo frente a mi dejando la taza a un lado cuando me acabo el café.

Me mantengo callada mientras que los demás hablan, sólo me limito a comer los panqueques y la fruta que mi padre me hecha en el plato. Hay otras cosas, como huevos revueltos, jamón y tocino, pero eso no me apetece en nada ahora. Quiero algo dulce.

—La exposición de realizará en unos meses, quiero tener todo en orden antes de mandar las invitaciones. —escucho que dice mamá.

—¿Sólo serás tú? —pregunta mi tío.

—La gran mayoría de las obras serán mías, otras serán de varios amigos.

Ah, claro. Ya estamos entrando en estos meses en los que mamá siempre expone sus nuevas pinturas. Debo decir que ya no son tan raras como las que recuerdo que antes hacía, ahora son muy bonitas.

—Ania vendrá, por ciento. —eso hace que la mire— Me estará ayudando.

Medio sonrío por eso. Mi tía Ania se la pasa viajando por todo el mundo. Siempre me manda fotos de los lugares a los que visita. Amo cuando regresa, porque me cuenta de los lugares a los que fue, su experiencia y siempre trae algún regalo para mi y mis hermanos.

R E V E N G EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora