TUTORÍAS

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Pedro Pablo y Bosco se sentaron uno frente al otro en la pequeña mesa de estudio, rodeados de libros y cuadernos de matemáticas. El ambiente estaba tenso; los nervios de Bosco se hacían evidentes con cada mirada fugaz hacia el reloj. Pedro Pablo intentaba explicar una vez más un complicado problema algebraico.

Bosco, mira, sólo tienes que sustituir esta variable aquí y resolver la ecuación. No es tan difícil-dijo Pedro Pablo, tratando de mantener la calma.

—No entiendo nada, Pedro Pablo —dijo Bosco con frustración, golpeando la mesa con el puño cerrado—. Por más que lo intento, no me entra en la cabeza.

Pedro Pablo suspiró, ya cansado de repetir la misma explicación una y otra vez.

—Bosco, tienes que prestar más atención. Esto no es tan complicado si te concentras un poco más. Ya te lo he explicado de todas las maneras posibles.

Bosco se levantó de su silla de un salto, empujando el asiento hacia atrás con tal fuerza que casi se cae.

—¡No es que no preste atención, es que simplemente no lo entiendo! —gritó, su voz llena de frustración y desesperación—. Tal vez el problema no soy yo, sino que tú no sabes explicar.

Pedro Pablo sintió cómo la paciencia se le agotaba. Había intentado ayudar a Bosco de la mejor manera posible, pero ya no podía más con sus arrebatos.

—¿De verdad, Bosco? —respondió con voz tensa, levantándose también—. ¿Crees que no tengo nada mejor que hacer que estar aquí tratando de ayudarte mientras tú no haces ni el esfuerzo?

—¡¿Ayudarme?! —Bosco alzó aún más la voz, su cara enrojecida de ira—. ¡Solo me haces sentir más estúpido!

La discusión se intensificaba y ambos amigos se miraban con una mezcla de enojo y desesperación. Finalmente, Bosco rompió el contacto visual y bajó la mirada. Lentamente, dio un paso hacia Pedro Pablo. Con un gesto tímido y arrepentido, se acercó y le dio un beso en la mejilla.

—Lo siento, Pedro Pablo —murmuró Bosco, su voz apenas audible—. No quise decir eso. Estoy... estoy frustrado conmigo mismo, no contigo.

Pedro Pablo se quedó congelado, sus ojos se abrieron con sorpresa . Luego, respiró hondo y dejó escapar un largo suspiro

—Yo también lo siento, Bosco —dijo con suavidad—. No quise ser tan duro contigo. Sé que estás pasando por un mal momento.

Bosco asintió, todavía mirando al suelo. Pedro Pablo le dio una palmadita en el hombro y sonrió ligeramente.

—Oye, ¿qué te parece si tomamos un descanso? —sugirió Pedro Pablo—. Podríamos hacer algo diferente para despejar la mente. ¿Te gustaría ayudarme a pintar un mural en el barrio? He estado trabajando en un diseño y podría ser divertido.

Bosco levantó la vista, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa y gratitud.

—¿Pintar un mural? —preguntó, y una pequeña sonrisa comenzó a formarse en sus labios—. Sí, suena genial. Creo que eso me ayudaría a relajarme un poco.

—Perfecto —respondió Pedro Pablo, sonriendo ampliamente—. Vamos, entonces.

Ambos recogieron los libros y papeles, dejándolos a un lado. Salieron de la habitación del villa cortés, dejando atrás la tensión y el malestar. Mientras caminaban juntos hacia la salida de la mansión del antes mencionado, una nueva sensación de esperanza y compañerismo florecía entre ellos. Quizás, pensó Bosco que su plan estaba empezando a funcionar...
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Holap,ya tenía ganas de publicar esta historia espero que les guste igual q a mi la vdd esta muy interesante esta historia aunque será corta en fin no se olviden de votar los quierooo💗💗💗

5 besos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora