Decimosexepta (segunda parte): Esclava Manipulada

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Frente a mí se sentó una de las chicas. Sus piernas bien abiertas, dejando su gloria a la altura de mi boca. Tiró del pelo de mi frente hasta hundir mi lengua en él. Estaba caliente y húmedo. Su clítoris duro se frotaba contra mi lengua. Yo lamo y aguanto.

Siento una descarga de fluido en mi útero, aquel miembro me inunda importando bien poco si yo siento placer o no. Solo se viene en mis entrañas ayudado por la joven de su lado.

La chica que se sienta frente a mí comienza a rugir de placer. Frota mi boca contra su gloria hasta dejar mi cara húmeda de su corrida. La lamo obediente cuando me lo exige.

Dos manos tiran de mis hombros hasta darme la vuelta. Aquella hombría cabeceaste se acerca a mi boca. La abro y trato de meterlo en ella, pero el esfuerzo casi desencaja mis mandíbulas, así de grande era.

Lo lamí como pude, medio asfixiada, sintiendo arcadas a cada empellón que me rozaba la garganta. Poco a poco perdió rigidez hasta que decidió que ya era suficiente.

Lo sacó de mi boca dejándome allí esperando el siguiente acto. No tardé mucho en sentir unas manos en mis pechos, tiraron un poco de las cadenas que acababan en mis pezones volviéndome a hacer gritar de dolor. Una risa algo burlesca llegó a mis oídos. Aflojó un poco y volví a calmarme. ¿Cuándo acabaría aquello?

Me pusieron de pie entre dos hombres, frente a mí, en el sofá, las dos chicas volvían a reposar la cabeza sobre el pecho del dueño de aquella hombría gigante. Una lo besaba en el cuello, la otra en los pezones. Su mano llevó hasta su boca una copa de champán entre risas.

Me acompañaron del brazo hasta un sofá circular, sobre él, una chica era penetrada desde atrás y se agitaba enloquecida. Me empujaron hasta dejar mi cara frente a la suya. Una vez allí, mi culo era despojado casi salvajemente de aquella cola. Gemí.

No tardé en notar un glande en su sustitución. Algo de gel y ese apretar los dientes cuando lo notas entrar. Duro, apabullante, rompedor. Se deslizó casi sin esfuerzo, apenas encontró un poco de resistencia al principio, después se dejó ir hasta golpear sus testículos contra mis nalgas. Yo, gemía calladamente. No puedo decir que disfruto con esto, pero tampoco me siento mal con ello.

Unas manos tiraban de mis caderas acompasando el ritmo. Me siento llena. A mi boca se acerca una hombría, sé lo que tengo que hacer. Simplemente aspiro aire y la tomo con mis labios. Una mano se une a ella, no veo bien quién es, solo veo unas piernas, un pubis desnudo y unos pechos pequeños. Me imagino que es ella.

La masturba en mi boca casi agitadamente. La siento en lo más profundo de mi garganta, se va haciendo más gruesa con el paso de los minutos. Yo me limito a mamarla mientras me rompen el trasero.

Un apretón en mis nalgas de unas manos y siento la inundación en mi ano. Convulsiones y manos apretando carne trémula. Siento un jadear ronco cerca de mi cuello. De mi ano resbala un semen blanco que deja un reguero en mis piernas.

Mientras esto pasa el dueño de la hombría que me taladra la boca se cansa de ello. Tira del brazo de una chica y la tumba sobre mi espalda. Puedo sentir en mi nuca su pubis.

La penetra sin espera, sus muslos rodean mi cabeza. Me quedo quieta tratando de aguantar el peso. Gemidos de placer me rodean. Una mano golpea mi culo mientras siento una lengua pasearse por la división de mis glúteos. Sé que es la chica.

El ritmo de la penetración aumenta hasta acabar en una corrida que resbaló por mi cuello. Aquella hombría solo salió del calor del coño que la atendía para hundirse. No sé cuánto tiempo estuve así. Todo se calmó cuando sentí agitarse aquellas nalgas contra mí como electrizadas. Se corría al mismo tiempo que yo al sentir aquella falsa polla en mi interior. Al menos por una vez pude sentir algo de placer, no muy intenso pero suficiente como para calmar mis ganas.

Así pasaron muchas horas, justo hasta que sentí una voz en mi oído que me decía "ya puedes retirarte", el roce de un sobre entre mis nalgas, la paga tras tanto esfuerzo. Con la mano lo quité de aquel lugar y me dirigí a la parte de atrás. Unas habitaciones donde dejábamos nuestra ropa y pertenencias antes de entrar.

Me duché de nuevo. Me vestí y salí de allí hasta llegar a un coche negro que me esperaba en las cocheras para acercarme a la ciudad. Una venda en mis ojos impediría saber donde estuve. Los semáforos me deslumbraron cuando salí de él. Reconocía mi ciudad. El coche se alejó mientras paraba un taxi. Me dejé caer en la parte de atrás mientras le daba al taxista mi dirección.

No, esto no me gusta, en absoluto. Me siento engañada, usada, sucia. El fajo de billetes en mi bolso era grueso y eso ahuyenta un tanto aquella sensación. Sí, mi novio me supo manipular con sus juegos hasta llevarme a hacer esto. Él me esperaba en la cama, desnudo, anhelante de que le contará con detalles la experiencia de esa noche antes de hacerme el amor hasta casi el amanecer.

Odio esto en lo que me he metido, pero admito que el dinero y la intimidad de después alivian mucho. Saberme una puta me calienta hasta correrme muchas veces mientras mi novio me toma.

El próximo fin de semana será uno más, más intimidad y más dinero. Mañana me despertaré tarde.

Relatos Eróticos: Encuentros ÍntimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora