PROLOGO.

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Hace dos meses que había abandonado el infierno y aunque al principio le fue duró, ya le había agarrado el hilo a las cosas. Aunque sin mentir, prefería estar en su solitario palacio que ser visto de esta forma, miles de ojos en el, se lo comían vivo.

Y no tenía miedo, pero no estaba a salvo. No hasta que viera los ojos de ese chico castaño que conoció recién había llegado a L.A. Sabía que era hermoso, Dios lo había creado así, pero no pensaba que su forma humana también atrajera a  tantos, y Alastor era el único que sabia como calmarlo.

Se volteo con desesperación, bajando en el tubo en el medio del lugar, cuando por fin lo vio entrar. Se veía molesto, pero verlo calmaba a Lucifer de igual manera ya que casi se acababa su horario. Unos minutos más exponiéndose ante aquellos ojos hambrientos y estaría bien. Aunque odiaba esto y Lucifer podría solo irse con un conjuro, había algo que no lo dejaba, una sensación inexplicable que no había sentido desde la creación del universo.

—Bueno damas y caballeros, ¡despídanse bien de Luzbel, la siguiente es Rebeca!— Cuando por fin tuvo la señal de poder irse, recogió su dinero dio una sonrisa y salió corriendo de ahí a los cambiadores. Se quería dar un baño y sacarse el olor a alcohol de encima, pero sabia por experiencia que alguien podría estar viéndolo, así que solo se puso ropa holgada encima y salió buscando a Alastor.

—Hey, Lu, acá...—Lo llamo, Alastor más que nadie sabia cuanto odiaba el rubio buscarlo con desesperación. — Vení, vamos a tu casa, te voy a cuidar.

Y ahí estaba el sentimiento que lo hacia quedarse, y le frustraba tanto no saber que mierda era.

THE DEVIL'S TANGO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora