EL QUE SE QUEDA

Lo que conocemos

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EL NUEVO MUNDO
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Cuando la amenaza comenzó, tenía la idea ingenua de que podríamos unirnos como sociedad y combatir juntos al enemigo común. Pido disculpas, porque claramente me equivoqué.

El fin del mundo solo sacó los instintos más oscuros del ser humano, aquellas acciones más retorcidas que estaban contenidas en su interior esperando salir y derrotar a quien fuera, sin importar la razón.

Pero... creo que debería empezar a contarte cómo inició esta catástrofe. Lo peor que pudo pasarle al planeta.

El mundo no se acaba con un estruendo, sino con un murmullo. Lo que comenzó como una carrera frenética contra el tiempo, un intento desesperado por salvar a la humanidad, se convirtió en el catalizador de nuestra ruina. En laboratorios ocultos bajo capas de seguridad y secretos, un grupo de científicos, con la mejor de las intenciones, trabajaba incansablemente para encontrar la cura a una pandemia que amenazaba  el planeta. El virus, una cepa mutante de origen desconocido, había superado las barreras de la medicina moderna, desafiando a los más brillantes y poniendo en jaque a civilizaciones enteras.

Eran los mejores y los más brillantes, reunidos desde los rincones más remotos del globo. La cura, un logro sin precedentes de la ingeniería genética, parecía al alcance de sus manos. Lo que no sabían era que la naturaleza no cedía fácilmente su poder. Con cada experimento, con cada pequeño éxito, sembraban las semillas de su propia destrucción.

El día que anunciaron haber encontrado la cura, la humanidad respiró aliviada. Las grandes ciudades, hasta entonces sumidas en el caos, se llenaron de júbilo. En los noticiarios, los rostros de los científicos se convirtieron en íconos de esperanza, héroes que habían conquistado lo inconquistable. Sin embargo, esa noche, cuando el primer lote de la cura se administró, la esperanza se convirtió en horror.

La cura, en su afán por destruir el virus, había desencadenado una reacción en cadena. No solo atacaba al patógeno, sino a todo lo vivo. Los humanos... los humanos se convirtieron en sombras de lo que una vez fueron, arrastrados por una agonía que ningún ser debería experimentar.

El mundo, en su euforia, no vio venir la sombra que se cernía sobre él. Los científicos, consumidos por el remordimiento, comprendieron demasiado tarde el alcance de su error. La cura se convirtió en una sentencia de muerte, un eco de desesperación que se extendió más allá de las fronteras, más allá del tiempo.

Ahora, entre las ruinas de lo que una vez fue la civilización, unos pocos sobrevivientes buscaron respuestas. En los registros olvidados de aquellos laboratorios, en los diarios de los científicos caídos, esperan encontrar una chispa de esperanza. Porque aunque el mundo haya caído, el espíritu humano se niega a extinguirse. Y en ese espíritu, reside la última esperanza para redimirnos de nuestro propio orgullo.

A medida que pasaron los años, la desesperación se convirtió en resignación. Los intentos por encontrar una solución se volvieron cada vez más esporádicos y desesperados, hasta que, finalmente, los sobrevivientes se rindieron. La cura definitiva nunca llegó, y la esperanza se extinguió con el último suspiro de los que se atrevieron a soñar con un futuro.

Así comienza esta historia, en un mundo que muere, con unos pocos valientes que se niegan a rendirse, buscando una luz en la oscuridad que ellos mismos crearon.