CAPÍTULO CINCO - ESTRIBO

26 5 0
                                    

Mikaela

En mi vida, la integración en la sociedad es una cuestión de pura racionalidad. Desde temprana edad he sentido el peso de mi singularidad. Vivo en un constante equilibrio entre lo que se espera de mí y lo que realmente soy. Cada interacción social es una competición arriesgada para ocultar las complejidades de mi mente. Observo a los demás como piezas de un puzzle, moviéndome cuidadosamente para ubicarlas sin llamar demasiado la atención.

He evitado enfrentar quién soy realmente durante tanto tiempo que ya no recuerdo cómo empezó esta expansión. Todo en mí, es premeditado para ocultar mis verdaderos pensamientos. Soy una incógnita en busca de aceptación, pero siempre consciente de las implicaciones de revelar demasiado. «La sociedad para mí es un terreno minado donde cada paso debe ser medido y cada decisión pensada al detalle».

No es solo una cuestión de sobrevivencia emocional, sino también de mantener una apariencia que me permita mandar sin perturbaciones. Es una batalla diaria entre la racionalidad y los impulsos, entre la necesidad de pertenecer y el temor a ser descubierta.

Integrarme significa mantener el control absoluto sobre mis acciones y emociones, aun cuando las tenebrosidades de mi psique me empujan a desviarme del camino establecido por la norma social.

El avión privado de mi familia aterriza suavemente en la pista de Moscú. Recojo mi mochila malhumorada, manteniendo un rostro inalterable. Este lugar está envuelto en una niebla ligera, formando un ambiente grisáceo que parece reflejar mi estado de ánimo.

Lo que más temía se convierte en una realidad despiadada al descender del avión. Aquí estoy, Mikaela Mikhailova Martinelli, portadora de dos apellidos que se entrelazan en mi sangre y destino. La bienvenida aparatosa de Aleksie Rosso; aún sigo incrédula de haberme convertido en su novia, parece una caricatura de la vida que se espera de mí.

Caminando hacia él con una elegancia natural, siento cómo cada paso reafirma mi papel en esta realidad permanente de poder. Los fotógrafos capturan mi imagen y mantengo mi cabeza recta, aunque ocultando mi rostro con mi cabello con una desmotivación que me parece demasiado familiar, ya que desde niña he huido de la atención pública, porque nací con la atención del mundo encima.

Es como si estuviera interpretando un papel en una obra que no escribí, pero en la que me han colocado desde mi nacimiento.

Aleksie Rosso me espera junto a un auto deportivo, su cabello negro peinado con fijador, una marca inconfundible de su vanidad. Es un poco más bajo que yo, algo que siempre me ha parecido irónico considerando su ego inflado.

Su ropa elegante de diseñador, perfectamente ajustada, destila una confianza que raya en la arrogancia. Su apariencia de hombre arrogante, con muchas mujeres detrás, lo hace codiciado entre las mujeres de la élite de Providencia, pero para mí, es solo otra distracción molesta en mi vida ya complicada.

Mientras camino hacia él, mis pasos decididos, intento no mostrar la frustración que burbujea bajo la superficie serena que proyecto. La sencillez de mi atuendo deportivo contrasta con el exceso de lujo que él representa. Llevo ropa holgada, mi cabello suelto en bucles naturales, siempre con mis gafas oscuras, resaltando una apariencia macabra por mis rasgos fuertes, que a menudo intimida a quienes me observan.

Trago saliva admitiendo que regresar a Moscú siempre tiene un sabor agridulce en mi paladar. Esta es la ciudad de mi hogar, su frío inhumano se siente como un estrujón familiar, pero también está la presión de encajar en una sociedad que no comprende ni acepta del todo lo que soy. Hoy, más que nunca, deseo que Fabrizio Giordano ya esté en Rusia. Él no cuestiona mis decisiones, por tanto, respeta siempre mis silencios de una manera que nunca nadie podrá.

M A R EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora