Episodio 7: Encuentro

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Ese domingo me levanté y salí a trotar como lo hacía siempre que podía, afuera estaba haciendo frío y eso me encantaba, me coloqué mi ropa de deporte, sujeté mi cabello en un moño en lo alto de mi cabeza, tomé un poco de efectivo lo mentí en la cintura de mi pantalón y salí de mi cuarto.

La casa estaba en completo silencio, lo que me decía que mis queridos compañeros de clases aún dormían, pero, ¿quién no lo haría? Eran las 7 de la mañana.

Hice algunos estiramientos mientras el ascensor me conducía a la planta baja de mi edificio. Saludé al portero y salí con a la fría mañana.

Era domingo y casi no había carros en la calle, sin embargo, a pesar de ser temprano había muchas personas transitando, algunos haciendo lo mismo que yo, otros solo leían el periódico y muy pocos iban camino al trabajo.

Llegué al parque y comencé un trote lento, pero con cada vuelta aumenté más el ritmo.

Sin quererlo mi mente viajó a Matt, a esas mañanas donde me acompañaba a hacer ejercicio y terminábamos en el suelo de su casa; sonreí y continué recordando cuando me acompañaba al gym, ahora sin querer el gimnasio de mi casa me conecta un poco a él.

Observé el paisaje de Madrid, las personas pasar, los pájaros volar y solo me presioné más hasta que debí bajar el ritmo si no caería desmayada en la calle, di dos vueltas más al parque, pero esta vez caminando para bajar mi ritmo cardiaco y decidí que era hora de comer.

Recorrí las calles buscando un cafetín sin tantas personas dentro, pues cada lugar estaba a reventar, seguí mi recorrido por las calles de Madrid, el aroma a café estaba en el ambiente, provocándome más hambre.

Ya estaba por llegar a la calle de mi edificio cuando me topé con una pequeña cafetería, debía ser nueva porque jamás la había visto, entré observando la pequeña estancia, era un lugar que daba un aire íntimo y acogedor, me acerqué al mostrador.

—Buen día, me da por favor un café espresso panna —ordené amablemente a la chica detrás de la barra.

Ella sonrió amablemente y anotó mi pedido.

—¿Me dice su nombre por favor? —pidió con el vaso de anime en la mano.

—Vanessa —contestó Rafael colocándose a mi lado—. Señorita, a mí me da un café expresso doble, por favor. —Sacó un billete de 20 euros y se lo dio a la chica.

La mujer asintió, le dio el cambio y comenzó a preparar los cafés.

—Qué gusto encontrarte aquí —comentó él dándome un beso en la mejilla muy cerca de los labios.

—Lo mismo digo —respondí tomando mi vaso de café y poniéndole un poco de azúcar al mío—. No esperaba verte aquí, ¿de dónde vienes?

—Necesitaba una taza de café, a ti, ni te pregunto, se nota dónde estabas. —Me tomó de la mano—. ¿Vamos a una mesa o prefieres caminar?

—Mesa. —La verdad me dolían las piernas por el trote de hace un rato.

Rafael me condujo a la mesa más apartada de las demás, nos sentamos uno frente al otro.

—¿Cómo dormiste? —preguntó bebiendo un poco de su café.

—Supongo que bien, tenía algún tiempo sin ir a fiestas, además, no suelo beber mucho.

—Me percaté de eso ayer, lo que me parece fenomenal, yo no bebo alcohol. —Hizo una pausa para beber otro sorbo de su vaso.

—Yo también me di cuenta de eso anoche.

—Sí, en los primeros años de universidad fueron devastadores para mí, pero gracias a Dios es parte del pasado.

Nos quedamos en silencio por unos minutos, intercambiando miradas coquetas y sonrisas pícaras.

Revelaciones Íntimas 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora