Lágrimas Parte dos

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El auto de Freddy se detiene cuando James nos informa que estamos frente a su casa. Mi manager levanta sus cejas con sorpresa, es incluso mejor que la de mis padres, más elegante y enorme. Solo sé que su papá es el dueño de una empresa de alimentos nacionales e importados.

—Bueno... creo ahí tiene donde bañarse bien —dice Freddy en broma.

James nos mira como si no fuera la gran cosa.

—Es de mis padres y mis hermanos mayores...

Reprendo a Freddy con la mirada para que no vaya a preguntarle...

—¿Y tú? —Freddy se encoje de hombros cuando lo miro con desaprobación.

—No es necesario que digas nada, James.

—Ah, no me importa —responde con una sonrisa—. Yo soy el hermano del medio, el invisible...

Cuando James se ha ido Freddy me dice que comprende por qué ambos, ahora somos amigos. No le contesto porque sigo molesto, pues es un chismoso.

Siempre vi a James pasar frente a mi balcón y nunca me tomé el tiempo de hablarle, pero supongo que el momento era este. No creo que seamos tan iguales, aunque tengamos algo en común.

Cuando entro a mi supuesta casa observo los alrededores con nostalgia al recordar mi niñez por cada rincón que se encuentra entre las paredes. Ahora que soy adulto tomo en cuenta que nunca he sido feliz. Ahora mismo siento ansiedad por el futuro cuando la música se apague dentro de mí.

Observo un florero y recuerdo que antes estuvo otro diseño que rompí jugando con un balón, el resultado fue que mi padre me pegara con su correa de cuero. Caminando un poco veo las escaleras donde corría para que mi padre no me golpeara, buscaba a mamá, pero me resbalé y caí inconsciente en el último escalón.

No tengo ningún recuerdo bonito. Mis fiestas de cumpleaños eran con niños desconocidos, pues sus padres eran amigos del mío. Al final nunca pude socializar.

Tomo aire y pienso que es mejor no seguir pensando en estás cosas que no traen nada edificante a mi vida. Así que tomo camino a la sala donde se llevará la entrevista con Liliana.
                            
                              ...........

Ya estamos en la sala mis padres y yo, a la espera de Liliana, pues como le advertí; mi padre, le hará unas cuantas preguntas. Según él, nada del otro mundo, pero yo sé, que hay un trasfondo en todo esto. Mis nervios se intensifican cada vez que imagino cientos de escenarios en esta conversación. Cabe destacar, que ninguno es bueno.

El timbre suena y con él los latidos de mi corazón —Llegó la hora—. El personal de servicio se encarga de hacerla pasar, mientras nosotros esperamos pacientes en la sala de estar. Ahora que lo noto, sí que le quedó hermosa la decoración a mi madre. Las cortinas de sedas azules, contrastan bien con el piso blanco de mármol; da una vista borrosa hacia el jardín, de rosas del mismo color. Mi madre es una genia en todo esto.

Mi padre se vuelve impaciente por la extraña demora de Liliana. Se supone que hace unos minutos tocó el timbre. ¿Qué hace? Debería revisar que está pasando. Me levanto de mi sillón con un leve asentamiento de cabeza hacia mi padre. Busco en el corredor de salida a Liliana. Segundos después, me la encuentro junto a una mujer de servicio dándole apoyo.

 —¿Puedo saber que está pasando? —espeto. Las dos dan un respingo del susto.

Liliana, ella se aparta un mechón rebelde de su frente. La sirvienta de nombre Johana, me saluda en un asentamiento de cabeza y se retira. No sin antes dedicarle una sonrisa de apoyo a Liliana.

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