"Tribulación en el Edén: El Juicio de Lucifer y Lilith"

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Los ancianos del cielo, los arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel, se reunieron en asamblea celestial al enterarse del caos que se desató en el Edén. Con gran pesar, observaron cómo el pecado se infiltraba en el corazón de la humanidad recién creada. Miguel, como líder de los arcángeles, tomó la palabra con severidad:

"Este acto de desobediencia ha traído desgracia sobre la creación de nuestro Padre. Lucifer y Lilith han conspirado para corromper a Eva y, a través de ella, a Adán. Es evidente que han desafiado la voluntad divina y han sembrado el mal en el mundo".

Leonardo, el arcángel de la sabiduría, asintió solemnemente. "Debemos proceder con juicio justo y equitativo. Lucifer, una vez nuestro hermano brillante, ha caído en la oscuridad por su arrogancia. Y Lilith, despechada por su reemplazo, ha tejido venganza con engaño y malicia".

Joel, el arcángel de la justicia, levantó su espada resplandeciente. "Que se haga justicia según las leyes divinas. Ambos serán juzgados por sus actos y enfrentarán las consecuencias de sus decisiones. El equilibrio debe ser restaurado".

Rafael, el arcángel de la curación, suspiró con tristeza. "Oremos por la redención de aquellos que se han extraviado. Que la luz de nuestro Padre guíe nuestras decisiones en este momento crítico".

Con la decisión tomada, los ancianos del cielo prepararon el juicio de Lucifer y Lilith, conscientes de que el destino de la humanidad y el orden celestial dependían de su veredicto.
El juicio celestial fue un evento de gran solemnidad y justicia divina. Lucifer, una vez el más bello y poderoso de los ángeles, compareció ante los ancianos del cielo con su orgullo herido y su corazón lleno de resentimiento. Las lanzas celestiales, portadas por los arcángeles como símbolo de la justicia divina, hirieron gravemente a Lucifer mientras se enfrentaba a las acusaciones de traición y rebelión.

Lilith, por su parte, miraba con ira y frustración, consciente de que su plan maestro había fracasado y ahora enfrentaba la ira de los ancianos del cielo. Los arcángeles, con tristeza pero determinación, dictaron el veredicto final: Lucifer y Lilith serían desterrados al inframundo, al reino del dolor y la oscuridad que ellos mismos contribuyeron a crear.

Así, con la sentencia pronunciada, Lucifer y Lilith fueron llevados al infierno, separados para siempre de la luz celestial que una vez conocieron. El eco de su caída resonaría a través de los tiempos, recordando a todos los seres celestiales y humanos las consecuencias de desafiar la voluntad divina y sembrar el mal en el mundo.

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