8. Visitas inesperadas

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La doctora Kent dijo que aún no podía irme del hospital porque quería asegurarse de que ya me encontraba estable; era complicado pues mis síntomas iban y venían a su antojo y no teníamos una tendencia de cada cuando aparecerían, por lo cual no podía dejar mi habitación. Me vi en la necesidad de hacer tareas y trabajos, cuando no me sentía muy mal, en la mesa de mi cama del hospital.

Gina y Leonel fueron a verme todos los días después de sus castigos, los tres ya estábamos mejor. Gina me disculpó por la manera en que le había hablado. Marie Baker pasó a verme solo una vez más, quería vigilar cómo iba el proceso de la enfermedad y, por supuesto, me preguntó qué tal me sentía.

—¿Qué has pensado sobre tu futuro? —me preguntó antes de darle un sorbo a su café. Hoy también vestía de blanco.
—Al principio no quería hacer nada, cuando me dieron el diagnóstico pensé que ya no tenía sentido seguir con mis antiguos planes —ella me escuchaba con atención—. Luego mis amigos me... —estaba a punto de decir una mala palabra—, me abrieron los ojos.
—Entonces, ¿deseas seguir con tus planes después de todo? —A pesar de su aparente interés, su expresión era fría, me recordaba a Joyce.
—Sí. Intentaré terminar la universidad y obtener un trabajo, seguir con mis tratamientos, terapias, claro, siempre y cuando usted decida apoyarme —ella esbozó una sonrisa con las comisuras de su boca, le dio otro trago a su café y me miró.
—Me gustaría que supieras que no te hará falta nada a pesar de todo; si tu enfermedad avanza, buscaremos los mejores doctores, los mejores terapeutas y el mejor tratamiento. Podrás seguir con tu vida normal —sentí calidez, me preguntaba si eso se sentiría cuando los padres demuestran a sus hijos que los quieren.
—Entonces, ¿a qué vino? —le pregunté directo.
—A ver cómo seguías de salud —respondió indiferente—. ¿Pensaste que había venido a renegociar los términos por tu enfermedad?
—Tal vez —dije sin pena—. Estoy consciente de que he sido una molestia desde que entré a este internado.
—Para empezar, nunca has sido una molestia y además yo prometí hacerme responsable de ti, así como de Leonel, Gina, Danna, Layla y John. Me comprometí a que me haría cargo de todo y eso hago —mientras la oía, por un momento pensé en lo aliviada que me sentía porque Danna no me podía molestar en el hospital—. Y también te he traído algo.

Adoraba los regalos, solo que se trataba de Marie Baker: no podía ser tan efusiva. Tomó una especie de libro, era de cuero y de color café, luego de que lo movió pude ver que se trataba de un álbum de fotos. Me lo extendió. Cuando lo tuve en mis manos, confusa, la observé.

—Es probable que te enfades conmigo por eso —señaló con su mentón el álbum—. Debí habértelo dado hace mucho tiempo pero me acobardé. Pensé que si te lo daba te podría lastimar..., no lo sé. No he formado parte de tu vida como se supone que debió ser y no te conozco bien —bajó la mirada, la sentí avergonzada—. La crianza de ustedes debió ser diferente e hice lo mejor que pude, solo que...

Marie enmudeció.

—Aunque no lo crea, mis amigos y yo lo entendemos. Y en algún momento (al menos yo) buscaré la forma de agradecerle por todo esto —busqué sus ojos, eran verdes, estaban encerrados en unas pestañas largas y engrosadas por el maquillaje—. No tiene que disculparse por haber hecho lo que pudo, al final de cuentas nadie la obligó a cuidarnos —hubo un momento de silencio, la mujer estaba inexpresiva, daba sorbos a su café y respiraba con tranquilidad.
—Bueno, basta ya de charlas tristes —su tono fue más alegre y jovial—. ¡Ábrelo! —apuntó el álbum y sin esperar más, lo hice.

En cuanto mis ojos captaron las imágenes se inundaron de lágrimas; era un álbum de fotos de mi familia. Ahí estaban mis padres, ahí estaba yo con ellos. Las primeras fotos eran de la boda de mis padres, fuera de la iglesia, mamá tomaba del brazo a papá, quien vestía un lindo traje negro con un ramillete en la bolsa del saco; por otro lado, mamá tenía un vestido blanco, largo y, al poner atención, me di cuenta de que su pancita ya estaba abultada. Ella ya estaba embarazada de mí cuando se casaron.

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