Emily
— ¡Emily! — mi papá gritó mi nombre desde la planta baja — Me voy a ir a trabajar, te deje dinero en el mueble de la televisión.
Se escuchó como se cerraba la puerta de la entrada y luego como se habría y se cerraba la puerta de reja de el patio delantero.
No sabía que hacía despierta tan temprano, apenas eran como las cinco de la mañana y yo ya estaba activa, decidí no tomarle importancia y echarle la culpa a la diferencia de horario.
Bajé a ver que me podía hacer de desayunar, ya que, por la hora que era no iba a haber nada abierto como para poder comprar, había sobrado pizza de la cena así que eso decidí comer.
Salí a explorar un poco el pueblo, en realidad solo iba a buscar una tienda cercana para comprarme algo.
Mientras caminaba pasé por un callejón donde se escuchaban varias voces, decidí asomarme ver que era. Comencé a acercarme a paso lento por sí pasaba algo era mejor estar a una distancia prudente para poder huir.
— La lista es más larga que mi pene — alcancé a escuchar y me paré en seco.
¿Qué tenía que ver su pene?
— Eso no dice mucho — solté una risa interna ante el comentario de otro chico.
Me comencé a acercar un poco más hasta que vi a un chico con una cortada que parecía más una H en su abdomen.
— Mierda, ¿estás bien? — me acerqué hacia el chico de la cortada y quitándome mi suéter para hacer presión en la herida evitando que salga más sangre.
— ¿Ah? — dijo desconcertado y luego captó a lo que me refería — Si si, todo bien, no te preocupes.
— Como vas a estar bien si tienes una cortada en medio de el abdomen — espeté exaltada.
— No es para tanto — dijo un tanto nervioso.
— ¿Por qué no han ido a un hospital?
— Porque tenemos a Eddie — dijo el chico de anteojos que antes había mencionado a su pene señalando a otro chico con una cangurera.