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Se metió a bañar, 6:00 a.m marcaba el reloj, abrió la llave dejando el agua deslizarse por su cuerpo y tocar cada parte de su anatomía hasta golpear el suelo y correr por la rejilla de la ducha. Luego de que acabó de bañarse, se puso la misma ropa de siempre para trabajar en el taller. Su delantal marrón que siempre estaba sucio, pero funcionaba como debía hacerlo. Ropa desgastada que usaba únicamente para trabajar y no dañar con arcilla la ropa que usaba diariamente.

Bajó las escaleras de su pequeño hogar, el cual habían construido sus padres detrás de la tienda de artesanías que tienen. Cruzó la cortina que dividía el negocio de la casa y se dispuso a abrir las cortinas, puertas y girar el letrero que decía abierto, indicando que finalmente la tienda estaba abierta.

Acomodó algunos productos, precios y avisó a sus padres que la tienda estaba abierta. Salió del local y abrió los portones del taller, llegó a su mente el chico de la noche anterior, rió con ironía al recordar la respuesta que le dió.

Sacudió sus manos y el polvo que soltó el portón Peinó su cabello hacia atrás, con algunos mechones escapándose en su frente. Miró a la calle, pocos autos transitaban, pues era muy temprano en la mañana.

Entró al taller y tomó una pequeña libreta que tenía allí para anotar todo que le tocaba hacer ese día para el negocio. Revisó las tazas y jarrones que había hecho el día anterior, notando que algunos ya estaban secos y listos para pintar.

Los juntó todos en un mismo sitio y se sentó en el banco frente a la rueda, la limpió bien con una esponja mientras apretaba el pedal en su pie haciendo que esta gire con rapidez.

—Hijo mío, te he dicho que no te levantes tan temprano, te afectará cuando estes viejito.—regañó el padre de Minho.

El castaño rió y negó mientras pintaba con precisión una de las tazas que había hecho ayer.

—Papá, mientras mas clientes y más deudas podamos pagar, mejor. Para eso hay que hacer un esfuerzo extra.—terminó de pintar la taza y la puso en el estante a secarse.

—Tu madre me contó que ayer vino un muchacho pidiendo ayuda para un trabajo.—mencionó. Minho asintió concentrado en su trabajo.—¿Lo ayudaste?—

Minho detuvo el movimiento del fino pincel sobre la pieza de arcilla para mirar a su padre, analizando su expresión y buscando algo de sarcasmo o ironía en ella, sin embargo, no encontró nada, cayendo en cuenta que hablaba en serio.

—¿Lo dices en serio?—el viejo asintió en respuesta.

Minho bufó y siguió pintando, no respondió a la pregunta de su padre, quién lo llamó nueva vez buscando una respuesta.

—No lo voy a ayudar, vendemos artesanías, no clases de preescolar.—El padre de Minho suspiró y negó rendido con su hijo.

—Si vuelve, ayúdalo, no digo más.—ordenó y se retiró del lugar. Minho se quedó mirando el lugar al que fue su padre: su casa. Suspiró negado a hacer lo que iba en contra a su voluntad, sin embargo, no quería hacer enojar a su padre así que le tocaba hacerle caso.

—Ojalá no venga.—murmuró para si mismo. Levantó la mirada y vió una silueta desconocida en la entrada.

Era el chico de ayer pero vistiendo ropa menos formal. Llevaba unos pantalones casuales y una camiseta común. Unos lindos zapatos blancos adornaban sus pies. Además estaba abrigado acorde a la época, era pleno invierno y en unos días nevaría.

—Hola.—saludó y sonrió.

Minho suspiró y dejó de pintar. Se levantó de su lugar y caminó hasta el rubio metiendo sus manos en los bolsillos de su delantal.

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⏰ Última actualización: Aug 07 ⏰

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Forma del amor - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora