Capítulo 1 ‡ Nacimiento

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El reino de Hyrule, un lugar próspero y hermoso, repleto de pintorescos paisajes, acogedoras aldeas y amables habitantes. La familia real era amada por todos los hylianos y gentes de otras tribus por su gran compasión, sabiduría y sobre todo amor hacia su reino y diversas regiones.

La realeza estaba compuesta por dos pilares esenciales y únicos: el rey Rhoam Bosphoramus Hyrule, un hyliano robusto y de apariencia firme, pero con un corazón de oro y una mente de roble propia de un buen monarca; y la reina Sheira Hyrule, con su apariencia delicada y casi divina, acompañada por su gran curiosidad y consideración por todas las personas. Juntos gobernaban sus tierras y las protegían con mano de santo. Ambos se amaban, y eso los convertía en la pareja ideal. Y como en la mayoría de parejas ideales, ese amor dio fruto a un pequeño milagro.

Todo el reino de Hyrule se encontraba alrededor del palacio. El alboroto se debía a un evento especial, el aclamado día dorado. Ese era posiblemente el día más especial para el reino entero, y sobre todo para la familia real. Muchos estaban inquietos por la emoción, otros lloraban de la alegría, unos pocos cuchicheaban sobre qué ocurriría exactamente.

Abruptamente, se hizo el silencio. El rey emergió del interior del castillo, su gran presencia siendo evidente. Dio unos pasos calculados con sus robustas piernas hasta situarse en el centro de las altas escaleras, frente a la expectante multitud. Su gesto tranquilo pero serio estaba presente en su cara, y su barba y cabello castaño lo hacía parecer un oso; el más tranquilo y sabio de todos ellos.

—Hylianos, zora, gorons, ornis y gerudo-fue nombrando a todas las razas, su potente voz siendo audible hasta la gente más alejada—. En el día de hoy nos reunimos para celebrar un evento, un milagro, que nos brinda una gran felicidad. Que la diosa Hylia nos bendiga a todos.

Alzó su mano al cielo, haciendo que todos observaran el despejado firmamento y su alumbrante sol. Ese día parecía más bello que ningún otro.

—Después de varios años—continuó—, nuestra querida diosa nos ha traído un milagro, uno que todos adoraremos y amaremos.

Entonces, una figura femenina cruzó los portones, caminando con un gentil paso junto a Rhoam. La reina Sheira sonreía con delicadeza al reino, pero luego su mirada y la de todos se posaron en la criatura que sostenía entre sus brazos. Un bebé de apenas 60 centímetros vestido con ropa de seda de la realeza miraba con suma tranquilidad a su madre. Tenía los ojos de su padre, verdes esmeralda como los mágicos bosques del reino, y un pequeño matojo de pelo dorado como el sol del amanecer, igual que su madre. Absolutamente todos se quedaron sosteniendo el aliento al ver la belleza de la recién nacida.

—Mi esposa Sheira ha dado a luz a una niña sana y bella, tal y como ella es.

El rey miró a la reina con dulzura y acercó uno de sus grandes dedos a su hija, la cual lo rodeó con su delicada mano. Ambos se rieron levemente; era notable el afecto que los reyes tenían por la bendición.

—Siguiendo la tradición—añadió esta vez la reina, cuya voz era tan suave como el viento de la primavera— su nombre será Zelda, y a partir de ahora es la princesa del reino de Hyrule.

Todos estallaron en aclamaciones de felicidad, la dicha que todos sentían incomparable con cualquier otro sentimiento. Por fin tenían princesa, y todos presentían que sería tan justa como su padre y amable como su madre.

Después del gran anuncio, no tardaron en preparar una gran fiesta en el exterior, todos los pueblos celebrando y cebándose con banquetes. Absolutamente todos se habían enterado de la gran noticia.

Tal vez demasiada gente.

—¿Y bien?

—Maestro, la princesa de Hyrule ha nacido.

-"Times of Sorrow"|| TLOZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora