Capítulo 2‡Flores

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Habían pasado cuatro años desde el nacimiento de Zelda. La princesa resultó ser bastante inteligente a una temprana edad, aprendiendo a hablar y andar bastante pronto. Como cualquier otro niño pequeño, sus padres eran el centro de su universo. Tarareaba melodías animadas junto a su padre para animarle mientras él firmaba papeles o escribía cartas, o iba con su madre a que le contara historias sobre los nombres de las flores. No había un segundo que no rebosara de amor en esa familia.

Sheira no tenía muchos asuntos que hacer en el reino, pues Rhoam ya se encargaba de la mayoría de tareas importantes, por lo que tenía el suficiente tiempo libre para disfrutar con su hija.

Ella era la profesora de la pequeña, enseñándole sobre las cosas bellas de la vida y forjando una moral positiva en su corazón. Le enseñaba sobre la empatía y la compasión, sobre la valentía y el perdón; a pesar que Zelda fuera muy pequeña a los ojos ajenos, su inteligencia superaba las expectativas de cualquiera. Era la princesa perfecta.


—¿Te apetece un trozo de pastel de cerezas, Zelda?

—Sí, por favor.

Sheira y su hija se encontraban bajo un frondoso roble en el jardín del palacio. Estaban tomando un simple picnic, sus cabellos dorados meciéndose junto a la suave brisa mañanera. La reina llevaba puesto un vestido azul, conjuntando con el cielo perfectamente despejado, mientras que Zelda vestía uno blanco con arreglos dorados.

La mujer le sirvió a la pequeña un triángulo del pastel cuidadosamente para evitar que se rompiera. Zelda tomó su tenedor de plata y pinchó un trozo del postre. El sabor dulce de las cerezas con azúcar le encantaba a la pequeña, por lo que empezó a comer de forma apresurada, como si se lo fueran a quitar en cualquier momento; eso llevó a que se pringara el vestido con una mancha roja.

—¡Ay, no! ¿Qué dirá papá? ¡Seguro se enfada!

Junto a la inteligencia de Zelda, también estaba su torpeza. Sus padres ya eran conscientes de su despiste, pero cada uno se lo tomaba a su manera. Por ejemplo, la reina trataba de calmarla y ayudarla para que no pasara un mal rato. Por eso mismo tomó el último triángulo que quedaba del pastel y se lo comió sin cuidado, haciendo que su vestido azul cielo se manchara con el carmesí de las cerezas.

—Pues si se tiene que enfadar con alguien, ¡que sea con las dos!—exclamó Sheira con una amplia sonrisa.

—¡Mamá, estás loca!

Ambas se empezaron a reír indiscretamente, tanto que estaban seguras que tendrían agujetas al día siguiente en el abdomen. Siempre ocurría alguna tontería así cuando estaban juntas, y disfrutaban mucho de las locuras que podían llegar a hacer. Una vez se calmaron, guardaron la comida en el cesto y se tumbaron sobre la verde hierba, acariciando la pálida piel de porcelana que cubría a madre e hija. No hablaron por varios minutos. No necesitaban hablar todo el rato para saber que se querían y que estaban disfrutando con la compañía de la otra.

—¿Te he contado alguna vez cuál es mi flor favorita?—preguntó de pronto la reina, que observaba el cielo con una expresión divina.

—¿La flor sigilosa?—contestó con cautela la princesa, la cual por la risita de su madre dedujo que no había acertado.

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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-"Times of Sorrow"|| TLOZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora