" 𝑪𝒂𝒎𝒊𝒏𝒐𝒔 𝑪𝒓𝒖𝒛𝒂𝒅𝒐𝒔 "

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ESPAÑA
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Checo se encontraba tomando una copa de vino, sumergido en sus pensamientos, y una sola persona rondaba en su mente: ese chico de ojos azules, de esos hermosos ojos azules que provocaban en Checo una sensación extraña y embriagadora.

Había llegado a la exhibición de arte hace más de dos horas con su amigo Carlos. Al entrar, Carlos había hecho un barrido rápido de la sala, y su atención se había posado en un joven alfa que estaba al fondo. Checo no le prestó tanta importancia, pues sabía que al día siguiente Carlos lo llamaría y le contaría con lujo de detalles todo lo que había sucedido esa noche, incluyendo lo que le molestó y lo que le encantó.

Una vez que Carlos se separó de él, Checo decidió recorrer la exhibición. Los cuadros eran sorprendentes, y él se detuvo a apreciar cada detalle de las obras. Había piezas de artistas famosos a los que Checo admiraba, y en su camino, se encontró con varias personas. Hasta que llegó a un cuadro en particular, un cuadro que lo cautivó por su hermosura y los detalles intrincados. Mientras lo contemplaba, escuchó un murmullo detrás de él.

Era una voz que criticaba el cuadro, diciendo que era muy sencillo de pintar. ¿Qué sabía él de arte? Checo se irritó; no le gustaba que la gente desestimara el esfuerzo y la pasión que se invierten en el arte. Recordó cómo, cuando empezó en el mundo del arte, muchos se quejaban de que era una actividad sencilla y que nunca ganaría un centavo. Pero ahora estaba ahí, en esa exhibición, habiendo superado esas críticas. Para él, el arte era mucho más que simples pinceladas; era algo magnífico.

Sin esperar un minuto, Checo decidió responderle. Entablaron una pequeña conversación en la que Checo defendió el arte y explicó por qué había intervenido. El otro chico expuso sus razones de por qué consideraba el arte algo sencillo y le recriminó a Checo por haberse metido en su conversación privada. En un momento, Checo decidió darse la vuelta y mirarlo directamente. Y entonces, algo sucedió dentro de él. Sintió un escalofrío, una energía que recorría todo su cuerpo.

Al mirarlo a los ojos, se quedó sin aliento. Mierda, eran increíbles. Esos ojos profundamente azules, como un mar en tormenta, llenos de misterios y promesas. Eran ojos que parecían contener universos enteros, abismos profundos en los que uno podría perderse sin remedio. Tenía una piel casi blanquecina, un hermoso cabello castaño que lo hacía aún más atractivo, y una mandíbula bien marcada. Por alguna razón, el lobo interno de Checo se emocionó. ¿Por qué sentía esa emoción tan extraña?

Después de mirarse fijamente durante unos minutos, Checo decidió romper esa conexión. Se acercó al oído del chico y susurró suavemente: "werito."

La expresión del chico de ojos azules al escuchar esa palabra hizo que Checo soltara una pequeña risita mientras se alejaba. Pasó el resto de la noche hablando con diferentes personas, pero por alguna razón, sentía que alguien lo observaba. Y él creía saber quién era. Tampoco iba a mentir; de vez en cuando, se giraba para ver a esa persona, a ese chico que había hecho que su lobo sintiera un sentimiento extrañó.

Había pasado un tiempo y las personas en la exhibición de arte se habían embriagado un poco más, haciendo que el calor del lugar se volviera más intenso. Checo sudaba ligeramente y se sentía sofocado, por lo que decidió salir a tomar un poco de aire fresco. Al salir, respiró profundamente y sintió cómo el calor abandonaba su cuerpo. En ese momento, vio una vista increíble desde ahí. Decidió descansar un poco, se acercó más allá y se sentó en el fresco pasto, mientras sus ojos se maravillaban con el paisaje: las montañas, los árboles de pino, todo era tan silencioso. En ese instante, Checo sintió una sensación de libertad. Todo estaba tranquilo, no había personas, solo él y ese momento.

Todo era perfecto hasta que, de pronto, sintió de nuevo que alguien lo observaba. Sin ningún tipo de vergüenza, Checo alzó la voz y dijo:

-Sabes que mirar a las personas ajenas es de mala educación, ¿verdad?