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Edgar

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Edgar.

Una mañana como de costumbre, me levanté de mi cama un poco adolorido de la espalda (suelo dormir muy mal). No di mucha atención a eso porque ya era costumbre así que sólo me levanté y fui al baño a hacer el aseo normal de cada mañana.

Tenía pensado ese día, como todos, ir al café que tanto me gustaba. Realmente tenía buenos precios en lo que yo pedía y podía fácilmente comer eso todos los días sin problema alguno.

Saliendo del baño, me crucé con Colette, mi mejor amiga y compañera de piso. Dije sus respectivos "buenos días" y seguí mi caminata. Sin embargo, ella sacó una plática.

— Edgar, ¿cómo despiertas? — preguntó ella. Yo sin más qué decir, respondí su pregunta. —Muy bien, ¿y tú?

Ella sólo sonrió y no dijo nada, eso significa que sí está bien.

— Y... ¿Qué harás? ¿Al café de nuevo? — Yo la miré y asentí, realmente era algo así como una rutina ir, comer y luego a mi trabajo —Sí, otra vez. Tengo más hambre hoy y prefiero salir rápido.— dije arreglando mis cosas dentro de mi bolso, usualmente sólo es una libreta pequeña, mi bolígrafo negro y mi celular.

Ella pensó en algo por un momento y volvió a hablar.

— Hoy llegaré al café un poco más tarde. Brock vendrá por mi, ¿crees poder ir solo?— ella se mostró curiosa, siempre he sido solitario, así que a ella le preocupa eso. —Sí, sí puedo. Pásala bien, nos vemos allá. ¿Te pido tus cosas de una vez o crees tardar mucho?— pregunté. Ella sólo sonrió y movió la mano en señas de que no me preocupase.
— No es necesario, Edgar. Nos vemos allá para ir al trabajo luego. — dijo ella. Me despedí y salí del departamento.

Caminando iba viendo la calle, por donde vivimos suele ser colorido y poblado. Así que caminaba y saludaba a algunos amigos.

Nunca me ha gustado socializar mucho en realidad, pero Colette dice que si no lo hago, tal vez muera solo... Realmente cree que me importa.

Llegué al café y me senté en la mesa habitual

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Llegué al café y me senté en la mesa habitual. Ese día sí noté que la chica que nos atendía no estaba, en su cambio estaba el chico que pocas veces había visto porque se la pasa dentro de la cocina horneando.

La chica de antes sabía que queríamos y sólo lo llevaba a la mesa, sin embargo, aquel chico sólo se veía algo distraído arreglando el mostrador. No quería tardar allí, por lo que me ví en la obligación de levantarme y ponerme a su lado. Tocando su hombro.

— Disculpa... ¿Eres el que atiende?— pregunté, él rápidamente me miró de arriba a abajo. Se levantó y se dirigió detrás del mostrador.
— Buenos días... Ten.— en mis manos entregó la bolsa con las cosas que siempre pido y sonrió. Volviendo a dirigirse a ordenar el mostrador. Yo estaba confundido. Nunca antes me atendió. —Hey, ¿cómo?... ¿Qué es esto?— me veía confundido.
— Tú eres el chico gótico que siempre un cachito y un capuchino con dos cucharadas de azúcar. ¿No?— dijo limpiando sus manos con un trapo luego de hacer su trabajo. —Sí, soy yo... ¿Cómo...?— aún seguía confundido, pero no tuve tiempo de terminar.

— Sé lo que pides todo el tiempo. Yo soy el que siempre te tiene listo el café, recién hecho. Igual que el cachito.— se recostó del mostrador, ya se notaba desde lejos que era un coqueteador profesional.
— Eso sonó extraño.— dije, él soltó una risa ahogada y negó con la cabeza. Colocando su mano frente a mi en forma de estrecharla. —Olvidé presentarme, ¿no?, mi nombre es Fang. Soy el dueño de este lugar... Me sorprende que no le conozcas.

Quedé impresionado, aunque debí suponerlo, el lugar tenía una ambientación asiática no muy relevante, pero era linda.
No dije ni una palabra y miré la bolsa. Pensé en varias cosas al verla.

— ¿Soy tan básico en serio?— le pregunté, el pareció sonreír algo nervioso. —¿Qué?— dijo en un casi suspiro.
— Sabes exactamente lo que pediré, eso es ser predecible... — asintió y miró a ambos nervioso. —Sí, pero, es lo que siempre pides. ¿Cierto? Me parece curioso que ahora te des cuenta de ello.— mencionó entre risas bobas.

Yo volteé los ojos y me dirigí a mi mesa. Cuando me senté pude sentir su mirada en mí, por lo que tuvimos un momento de contacto visual en el que él sonreía sin parar.

— El café.— dijo por último, yéndose a detrás del mostrador nuevamente. Podía oír risas como si fuese yo un idiota.

Sí lo era, no había notado la forma del café. Miré la taza y la forma en la crema de la misma. Era un corazón, muy lindo por cierto.

Gracias por leer, sé que es algo corto 🫀

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Gracias por leer, sé que es algo corto 🫀

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