Musa de la mañana
Todas las mañanas me dirijo a una pequeña y acogedora cafetería en el corazón de la ciudad. Se ha convertido en una especie de rutina para mí, una forma de empezar el día con el pie derecho. Tan pronto como cruzo la puerta, el olor a café recién hecho me envuelve y me hace sentir a gusto al instante.
Siempre me dirijo directamente a mi asiento habitual en la esquina, un pequeño rincón que he reclamado como mío. Es una mesa pequeña junto a la ventana, perfecta para observar a la gente pasar. Desde este lugar, puedo ver a todos los que entran y salen de la tienda, sus rostros pasando en una confusión de colores y expresiones.
La cafetería siempre está llena de actividad, la gente charla y ríe mientras toman tazas de café humeantes. Los grupos se reúnen alrededor de mesas, sus voces suben y bajan mientras discuten sobre todo, desde el trabajo hasta las relaciones y su último atracón de Netflix. Es una escena animada, llena de energía y camaradería.
Pero prefiero sentarme solo. Me gusta observar desde un margen, captando las vistas y los sonidos de la cafetería sin involucrarme directamente. No es que sea antisocial o que no disfrute de la compañía de los demás. Simplemente encuentro consuelo en mi soledad, en los tranquilos momentos de reflexión que surgen al sentarme a solas con mis pensamientos.
Algunos podrían pensar que sentarse solo en una cafetería es aburrido, que es una forma solitaria de empezar el día. Pero para mí es algo completamente distinto. Es una oportunidad de presenciar la belleza de la conexión humana, de ver la forma en que las personas interactúan y se relacionan entre sí. Es un recordatorio de que todos somos diferentes, con nuestras propias historias y luchas, pero conectados por nuestra humanidad compartida.
Mientras tomo un sorbo de mi café y veo pasar el mundo, no puedo evitar sentir gratitud por los momentos simples que componen mis mañanas. Las risas de los amigos, las conversaciones silenciosas de los extraños, el tintineo de las tazas de café contra los platillos. Estas son las cosas que hacen la vida hermosa, los pequeños momentos de conexión que nos recuerdan que no estamos solos en este mundo.
Así que continuaré haciendo mi peregrinaje diario a la cafetería, para sentarme solo en mi inusual asiento y observar el mundo que se desarrolla a mi alrededor. Porque en este bullicioso mar de humanidad, se puede encontrar una paz tranquila en el simple acto de saborear una taza de café y observar la belleza de la conexión humana.
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Más allá de las palabras: Escritores conocen a los illustradores
Random¿Eres escritor pero no sabes dibujar? ¿Quieres iniciar una colaboración? Después de hacer mis libros y de haber tenido mucho trabajo escrito y artístico, decidí que era hora de empezar a buscar a alguien que diera vida a mis palabras a través de ilu...