03. Rebelde y recuerdos

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Vanesa corría por los interminables pasillos del edificio, sintiendo su corazón golpear con fuerza en su pecho

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Vanesa corría por los interminables pasillos del edificio, sintiendo su corazón golpear con fuerza en su pecho. Le costaba respirar, cada vez que tomaba aire parecía que no era suficiente. Estaba agotada, pero el miedo la empujaba a seguir. No podía detenerse, no cuando sabía lo que pasaría si la atrapaban. Sus pies descalzos golpeaban el piso de concreto, duro y frío, sentía un pequeño dolor en sus piernas. Sin embargo, el dolor era lo menos importante en ese momento; lo único que le importaba era escapar.

El corredor frente a ella parecía no tener fin. Las paredes grises y las luces parpadeantes solo empeoraban la sensación de estar atrapada en un túnel sin salida. A su alrededor, las puertas metálicas permanecían cerradas, y aunque sabía que no podía abrirlas, la idea de lo que podría haber detrás la hacía sentir un escalofrío. Tal vez guardias o, peor aún, los interrogadores. A Vanesa le aterrorizaba la idea de encontrarse cara a cara con quienes la habían tenido prisionera.

Sabía que no podía seguir corriendo sin rumbo. Sus piernas comenzaban a flaquear, y el frío del suelo empezaba a subirle por el cuerpo. Sus pensamientos estaban desordenados, llenos de miedo, pero trataba de concentrarse. ¿Dónde estaba la salida? Había estado allí antes, lo sabía. En algún lugar de ese edificio, tenía que haber una puerta que la llevara fuera, lejos de ese infierno.

Mientras seguía corriendo, sus recuerdos comenzaron a inundar su mente. Recordó cómo había llegado a ese lugar. La habían capturado semanas antes, o al menos eso creía. Había perdido la noción del tiempo después de las primeras torturas.

Un ruido a lo lejos la sacó de sus pensamientos. Se detuvo, pegando la espalda contra la fría pared de concreto. Su respiración se volvió más rápida.

¿Había alguien más en el pasillo? Escuchó pasos, no muy lejos de donde estaba. Contuvo el aliento, su cuerpo temblaba. No podía moverse, no podía seguir corriendo. Los pasos parecían acercarse cada vez más. Cerró los ojos con fuerza, rogando que no la encontraran.

Los pasos pasaron de largo. Vanesa soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo, sintiendo el alivio recorrer su cuerpo. Pero no podía quedarse allí mucho tiempo. Sabía que tarde o temprano la encontrarían si no seguía moviéndose.

Respiró profundamente, tratando de calmar su corazón. Sabía que los oficiales ya estarían buscándola. Si la atrapaban, sería el final. No podía permitirse errores. Sujetó con fuerza el arma que le había quitado a uno de ellos. El frío metal en su mano la hacía sentir un poco más segura, como si le diera el control que tanto necesitaba.

Mientras caminaba por el largo pasillo, miraba cada puerta con cuidado. Algunas tenían números pequeños escritos, pero no le decían nada. Cada puerta era igual que la anterior: de madera marrón, con manijas metálicas gastadas. No tenía idea de qué había al otro lado. Cualquiera de ellas podría llevarla a la salida o a una trampa.

Su mente estaba llena de dudas.

¿Cuál era la puerta correcta?

Pero no había tiempo para detenerse a pensar. No podía quedarse quieta.

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