Reina Camila | Lauren Gip

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Parte 1

Lauren POV

Siento los rayos del sol en mi cara, que se cuelan por las gruesas cortinas. Estiro mi brazo, aún con los ojos cerrados, en busca del curvilíneo cuerpo caliente y esbelto de mi esposa Camila, pero no lo encuentro. Abro lentamente los ojos, acostumbrandome a la luz del sol en la mañana, me siento en la cama, buscando a Camila, fallando de nuevo.

Veo su lugar en nuestra gran cama vacío y me pongo de pie, ignorando mi gran erección matutina y el echo de estar completamente desnuda, yendo en busca de mi esposa. Voy en dirección al baño, y mientras más me acerco, más me invade el dulce olor a fresas de mi esposa. Entro lentamente al baño y la veo allí, totalmente desnuda y con los ojos cerrados en la tina llena de agua y sales de baño, su cabello largo y negro mojado sobre sus hombros desnudos, su piel blanca pero ligeramente bronceada, sus senos que encajan perfectamente en mis manos, con marcas de mis dientes y no dudo un segundo en que su gran y firme trasero, junto con sus esbeltas y largas piernas, deben tener las mismas marcas.

Me acerco a la tina y la levanto, haciendo espacio para entrar y la siento encima de mi, encima de mi palpitante y dura polla. Amo como su cuerpo se relaja contra el mío y como el dulce y embriagante olor a fresas me invade. Acerco mi nariz a su cabello, inhalando el olor tan característico del mismo, paso mis grandes manos por su abdomen y las situó en sus caderas, abrazándola y manteniéndola pegada a mi, cerca de mi.

Siento como las suaves y pequeñas manos de Camila salen lentamente del agua tibia y se posan en mis mejillas, dándome esas caricias que me dejan embobada y fuera de sí y cierro mis ojos, disfrutando de la sensación de ella tocandome y como eso hace que mi polla empiece a palpitar debajo de su caliente trasero. Abro mis ojos y levanto una de mis manos de sus caderas, acariciando su mejilla y girando suavemente su cara hacia la mía, besándola. La beso lento y suave, sin prisa, tomándome todo el tiempo para saborear sus labios e invadir su boca con mi lengua, probando su dulce sabor y haciendo que suelte un pequeño gemido, ese pequeño sonido que hace que empiece a salir líquido pre-seminal de mi ya dura y palpitante polla.

Chupo, muerdo y lamo su labio inferior, separándome de mala gana de sus labios por la falta de aire, con nuestras frentes unidas y los ojos cerrados. Siento su respiración un tanto acelerada por la falta de aire y, finalmente abro los ojos, deleitandome con la vista del hermoso rostro de mi Reina Camila. Esos rosados y carnosos labios, su nariz respingona y fina, sus cejas perfectas y sus largas pestañas que se baten lentamente mirándome, y sus ojos, esos profundos mares color chocolate en los que tanto amo perderme.

Todos los días agradezco a Dios y al cielo por haberme dado la oportunidad de conocer a Camila aquella tarde en el pueblo, a mi ahora esposa y juro que sin ella, yo no fuera la reina que soy hoy.

Sin Camila no soy nada ni nadie, y si algún día me llega a faltar, ese sería el fin de mi reino y de mi vida. Ella es el pilar que me sostiene, a mí y a todo el reino y estoy dispuesta a hacer, o incluso a matar a quien sea con tal de no perder a ese pilar, a mi Camila.

- ¿Por que mi esposa no estaba conmigo y en mis brazos cuando desperté? - Digo con la voz ronca y grave, acariciando su muslo con una mano y tocando sus senos con la otra. Camila me mira a los ojos y empieza nuevamente a acariciar mis mejillas con sus suaves manos. - Por que tu esposa debe estar lista a tiempo. - Dice Camila con su suave y armoniosa voz, mientras empieza a jugar y acariciar mi cabello negro. - ¿Y puede saber tu humilde esclava y servidora, hacia donde se dirige mi esposa tan temprano y sin despedirse? - Digo, besando y lamiendo lentamente su mandíbula y cuello, con la intención de dejar algunas marcas.

- Al parecer, mi humilde esclava y servidora no tiene una muy buena memoria. Déjame recordarte, que hoy voy de visita a la casa de mis padres, y de hecho, ya voy tarde. -  Dice, retirando sus manos de mis mejillas e intentando ponerse de pie. La apreté fuerte contra mi cuerpo, evitando así que se separara de mi, evitando que el calor abrasador de su trasero abandonara mi dolorida polla por la falta de atención.

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