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¿Cuando paso?
No tenía idea, no estaba seguro, solo recuerda que desde el segundo uno dio todo de su ser para no ser comida, ocupo todas sus fuerzas, agilidad, mente y cuerpo se unieron para intentar salir ileso y no morir en el intento, el miedo y pánico le invadía cada extremidad en un temblor que guardo en el corazón, no era momento de llorar, era momento de luchar.
Las alarmas de los autos se escuchaban en todas las calles por no decir que aquellos gritos agonizantes eran una tortura psicológica que le infundían perdición desde lo más profundo de su ser, uno tras otro, frente de él habían muerto varios, tantas personalidades frente a sus ojos se vieron apagadas por una simple mordida.
En tan solo pocos minutos, todo fue un caos andante para los seres vivos. Todo se fue a la mierda.
Pero eso fue hace tanto tiempo...
Sus pulmones quemaban con cada respiración, cada toma de aire le lastimaba, tenía que resistir si quería vivir pero dejar que sus pulmones reposen cuando aguantaba la respiración lo más que podía era un momento de paz, se comprimían ante el dolor externo de sus heridas, el aire repleto de ceniza y polvo tampoco era de gran ayuda para su dañada nariz que padecía por las partículas gruesas, lastimándola, sintiéndola seca e irritada, un punzante dolor en su espalda baja, los huesos pesaban como concreto sobre sus brazos, exigían tocar el suelo y reposar aún que sea un segundo, las articulaciones solo rechinaban internamente con la acción tan mínima como flexionar la rodilla al caminar por el excesivo movimiento de sus pies que o le quemaban, cada pisada era un infierno... bueno ¿qué más podría ser?
—Ya va a ser medio día... tenemos que encontrar donde quedarnos e instalarnos. —la voz aguda en inhalaciones apresuradas de la murciélago de cuerpo atrayente captó la atención de su compañero.
—Un poco más... no nos hemos alejado mucho, si nos quedamos cerca quién sabe si en la noche aparezcan más, no es seguro aquí. Tenemos que seguir. —hablo firme, mirando los ojos celestes de la albina.
—Hemos caminado desde las cinco de la mañana, querido, tampoco hemos parado a tomar algún descanso, además los alimentos se nos están acabando. —acercándose al cuerpo ébano, posicionó una mano sobre su hombro esperando entrar en razón con el. —. Shadow...
—No Rouge, esta vez tenemos que caminar más. —reacio ante sus palabras, volteó a verla. —. Hay que alejarnos lo más que podamos.
—Shadow... —intervino un tercero, de la misma apariencia, tal vez algo pálido, un poco más alto. Su voz calló a los dos obligándoles a verlo. —. Tenemos que parar.. están cansados. —hablo con sutileza a pesar de su gruesa voz.
