Sentimientos confundidos

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Marcia estaba sentada en el sillón de la sala, leyendo un libro, cuando Valeria entró en la habitación con una sonrisa en el rostro y un brillo en los ojos.

- Mamá, ¿puedo ir a casa de Esteban a pintar? Por favor, ¿por favor? - preguntó con entusiasmo y haciendo pucheros.

La pelinegra levantó la vista de su libro y la miró con una expresión de sorpresa.

- ¿A casa de Esteban? Pero Valeria, tú eres muy pequeña para ir a casa de alguien sin mí - dijo con un tono suave pero firme.

La niña se acercó a su madre y le agarró la mano.
- Pero mamá, Esteban es muy amable y me prometió que me enseñaría a pintar un unicornio. Y él tiene muchos colores y pinceles - explicó con ojos brillantes.

Marcia sonrió y acarició el cabello.
- Lo siento, mi amor, pero no puedo dejar que vayas a casa de alguien sin mí. ¿Qué tal si un día invitamos a Esteban a venir aquí y pintan juntos en la sala? - sugirió con una sonrisa.

La ojiverde frunció el ceño y se cruzó de brazos.
- Pero mamá, eso no es lo mismo. Quiero ir a su casa, el está más cerca del mar- dijo con una vocecita.

Se arrodilló frente a su hija y la abrazó.
- Lo siento, mi amor. Pero es importante que te quedes cerca de mí. ¿Qué tal si hablamos con Esteban y vemos si puede venir aquí a pintar contigo? - propuso con dulzura.

Valeria asintió con la cabeza, aunque todavía parecía un poco descontenta.
- Está bien, mamá.

Marcia sonrió y la abrazó de nuevo.
- ¡Genial! Llamaré a Esteban y veremos qué podemos hacer. ¿Te parece? - preguntó con una sonrisa.

Pero cuando la niña se fue a su recamara en busca de los colores ella suspiro ofuscada. Le había dicho una mentira piadosa, después de lo último que había hablando con Esteban semanas atrás lo que menos iba a hacer era llamarlo asi que con su mejor cara de actriz le dijo a Valeria que Esteban estaba ocupado y no podía venir, lo que provocó tener a la ojiverde molesta por un rato nada que un helado y un juego de mesa no pudo solucionar.

Esteban estaba en su taller de arte, pintando un nuevo cuadro, cuando escuchó un golpe en la puerta. Se limpió las manos con un trapo y fue a abrir.
- ¡Buenas tardes! ¿En qué puedo ayudarte? - preguntó con una sonrisa amistosa.

La mujer que estaba en la puerta era alta y delgada, con el cabello largo y rubio, ojos azules brillantes. Llevaba un vestido negro ajustado y una sonrisa confiada en su rostro.
- Hola, soy Sofía - dijo, extendiendo su mano.

Esteban se la estrechó con curiosidad.
- Hola, soy Esteban. ¿En qué puedo ayudarte? - preguntó de nuevo.

Sofía pasó junto a él y entró en el taller sin esperar a ser invitada.
- Estoy buscando un artista para un proyecto en el que estoy trabajando - dijo, mirando alrededor del taller con interés.

Esteban se sintió intrigado y se acercó a ella.
- ¿Qué tipo de proyecto? - preguntó, curioso.

Sofía se rió y se acercó a una de las pinturas de Esteban.
- Un proyecto de arte, por supuesto - dijo, acariciando la tela con un dedo. - Me encanta tu estilo, Esteban. Es muy expresivo.

El moreno se sintió halagado y se acercó a ella.
- Gracias. Me alegra que te guste.

Sofía se volvió hacia él y lo miró con una mirada intensa.
- Creo que podríamos hacer algo increíble juntos - dijo, con una sonrisa misteriosa.

Que hizo que Esteban se sintiera intrigado y se acercó a ella.
- ¿Qué tipo de proyecto tienes en mente? - preguntó.

Sofía se rió de nuevo y se acercó a él.
- Todavía no lo sé, pero estoy segura de que podemos crear algo increíble juntos - dijo, con una mirada que hizo que Esteban se sintiera atraído hacia ella.

El susurro del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora