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Oscuridad, sólo eso veía. No encontraba la salida de la habitación y sentía que se estaba volviendo loco.
Lo estaban buscando y debía esconderse. No quería ser atrapado y perder el juego.
Corrió hacia la cafetería y se escondió bajo una mesa que estaba al fondo del lugar, procurando no ser encontrado antes de que se acabara el tiempo.
―Aquino~ ¿donde estás? ―decía con malas intenciones un chico el cual llevaba un uniforme escolar. Aquino comenzó a respirar casa vez más agitado sin poder controlarse y su ansiedad lo fue consumiendo.
Trató de regular su respiración y tranquilizarse, pero su miedo era más grande que no lo dejaba pensar ni accionar correctamente.
―¡TE ENCONTRÉ! ―gritó Duxo al ver a Aquino bajo la mesa. Lo agarró del cuello de la camisa y sonrió maliciosamente.
―¡POR FAVOR.. DÉJAME! ―rogó asustado mientras sus ojos se tornaban en lagunas de lágrimas saladas, temiendo por su vida.
―Lo siento, debo cumplir con mi deber..~ ―río Duxo, y...
Despertó, Aquino despertó.
De golpe se despegó de la cama, aterrorizado y traumado. Su respiración se descontroló y notó su piel húmeda del sudor. Se frotó los ojos para despegarlos un poco y soltó un suspiro hondo.
―Esas pesadillas.. Otra vez. ―murmuró nervioso.
Miró a su derecha y el reloj marcaba las 6:12 a.m, por lo que se levantó de la cama y se calzó los pies con sus pantuflas de ositos y frutillas. Caminó hasta el baño de la habitación a cepillarse los dientes y se miró al espejo. Observaba en su reflejo su cabello alborotado y una cicatriz en su labio inferior, esa cicatriz... Una marca que daba lugar a recuerdos inolvidables del pasado.
Se puso a recordar momentos difíciles para él y molestos, poniéndose melancólico. Veía en sus ojos el miedo que antes llevaba acumulado dentro de él sin poder escapar, llevándolo hasta un armario oscuro donde habitan sus miedos. Estaba frustrado y quería deshacerse de esos recuerdos fatales de alguna manera u otra, sin embargo no sabía exactamente cómo ni con qué..
Salió de golpe de sus pensamientos cuando de pronto su teléfono empezó a vibrar encima de la mesa de noche, por lo que se dirigió a ella y fijó su mirada en la pantalla, ¡era Duxo!
Sin dudarlo, contestó el llamado.
―¡Hey, qué tal Duxo!
―"Hola tonto, emm... Como es fin de semana quiero que salgamos a pasear al parque Tsuruma.. Entiendes, no?" ―habló desde el otro lado del teléfono.
