1. Noche de bodas

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-Si quiero-Afirmé con una falsa sonrisa en la cara.

Mi nombre es Samantha, tengo veintinueve años y si, acabo de darle el "si quiero" a un hombre con el que no tendría claro si sería capaz de compartir el resto de mi vida.
Taylor es un buen hombre, cierto. Además de ser el dueño de una empresa multimillonaria que se dedicaba a la fabricación de electrodomésticos. Pero nunca nadie, incluido él, me hizo sentir tan bien como uno de sus empleados lo hacía.
¿Que quién era? Se trata de Zack, con su cabello castaño casi negro y sus ojos de un azul profundo. Tan solo uno de los miles de trabajadores de Taylor.
Él era el único que logró conocerme de verdad. Especialmente en la cama.

-Puedes besar a la novia-Dictó el sacerdote. Y no me quedó otra que fingir la alegría que una mujer el día que se viste de blanco debía de sentir.
Manteníamos el beso durante un par de segundos para después separarnos suevemente.
Ahora sí que estoy jodida.

Tras una larga ceremonia y una incómoda cena, damos la boda por concluida cuando la luz de la luna se asienta sobre nosotros.
Entrando en la habitación de la villa frente a la playa. Taylor, desesperado me inmoviliza contra la puerta sosteniéndome las muñecas por encima de mi cabeza. Me besa como si tuviera sed de mí y yo le devuelvo el beso trazando círculos con nuestras lenguas.

-Te voy a follar aquí mismo querida-susurra junto a mi oreja y hace que una llama en mi interior comience a prenderse. Me muerdo el labio inferior mientras él desciende sobre mi pecho dejando un rastro de besos y marcas. Absorbía lentamente mi piel y luego la soltaba generando un hematoma.
Trato de desabrocharle el cinturón sin mucho éxito, pero él tarda segundos en liberar su polla y en sacar un condón de su bolsillo, el cual abre con los dientes y luego desenrosca sobre su venoso miembro.

-Mierda, ven aquí-gruñe y dejo escapar una risa traviesa, acompañada de un gemido.
Me coge de la cintura y yo lo rodeo con las piernas. Menos mal que opté por un vestido corto para después de la ceremonia.
Apenas me da tiempo a acomodarme cuando siento su polla sobre mi entrada, exigiendo acceso, pero para mí sorpresa no me penetra.

-Taylor-Emito un sollozo de deseo y lo miro fijamente descifrando sus intenciones.

-Dime que me necesitas, que quieres sentir mi polla dentro de ese pequeño coño que tienes-Sentencia con una sonrisa maliciosa dejando ver sus impolutos dientes.

-Por favor Taylor, lo necesito.

Entonces me penetra como nunca antes lo había hecho, con una sola embestida me sorprende lo suficiente como para casi gritar su nombre.

-Dios mío Taylor-Gimo.

-Que placer me estás dando sam, estás muy apretadita-Admite mientras me embiste contra la madera una y otra vez.
Mientras me folla voy dejando un rastro de lipstick en sus labios y alrededor de ellos.
Taylor retrocede y me deja de vuelta en el suelo. Aunque le mire dejando saber que tengo ganas de más, el insiste en que me arrodille y no se lo discuto. Abro la boca, saco la lengua y como de costumbre su corrida aterriza en mi boca para luego tragarmela.

-Esa es mi chica, sabes cuánto me gusta que te trages mi semen-dice satisfecho aún agitándose el miembro.

Una pizca de rabia estalla en mi interior debido a que nuevamente no he logrado alcanzar mi clímax. Taylor no es malo en la cama, pero tampoco es consciente de que noche tras noche a mí me toca fingir los orgasmos para que él se fuera a dormir tranquilo.
No se cuánto tiempo lograré aguantar así.
Al cabo de un par de horas nuestros cuerpos pedían descanso inmediato y disfruté de las estiradas sabanas de la habitación. Me dejo sumergir en un satisfactorio sueño.

Zack.
Gemía su nombre una y otra vez mientras me follaba contra la mesa de trabajo, junto con piezas de hornos y tuercas. Me daba desde atrás a la par que me azotaba el culo aprovechando que el resto de trabajadores estaban ya en sus casas a estas horas de la noche.

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