Sinfonía de recuerdos

1

Cierro los expedientes de mis pacientes y bajo mis gafas. Estoy agotada. Decido que no necesito terminar con todo esa misma noche; después de todo, soy mi propia jefa en mi departamento de investigación.
Mi celular comienza a sonar y una voz irritada exclama:

—¿Tardarás mucho? En serio quiero presentarte a mis padres—la voz de mi novio Christopher me vuelve a la realidad. Tengo una cena a la que acudir y aún no estoy lista, física ni emocionalmente.

—Voy en camino.

—Amor, sabes que esto es importante para mí, para nosotros. No me falles ahora—supongo que nota cierta duda en mi voz. Tengo la tendencia de faltar mucho a nuestras salidas.

—Voy para allá, lo prometo.

Guardo mis cosas, verifico unas cuantas otras y tomo mi abrigo. Al salir de mi clínica, entiendo que lo menos que puedo hacer con mi relación es conocer a los padres de mi novio. Jamás he sido muy atenta o amorosa en estos dos años, y mucho menos si le añado que he pasado muchos años dedicando mi vida a la Facultad de Medicina.

Apenas hace un año que termine mi residencia en la especialidad de Dermatología y justo ahora se podría decir que tengo una vida de ensueño; una familia increíble que me apoya siempre, una vida estable en un lugar precioso como Londres, un trabajo que amo, una mejor amiga que siempre está ahí para mí, un perrito llamado Roger, y un chico fuera de este mundo que me ama tanto como yo amo mi carrera. Sin embargo, aquí estoy, varada en el tráfico, dirigiéndome a una cena que me convertirá en la mujer oficial de Chris a los ojos de su familia.

El olor a asfalto mojado y el aire fresco de la lluvia llenan el coche y justo cuando comienzo a pensar que lo mejor sería volver a la clínica y zafarme del problema, los autos empiezan a avanzar, y lo quiera o no, cumplo la misión del día.

—¡Llegué! Ya estoy aquí, ¿ya llegaron?—digo hiperventilando en la entrada mientras Christopher me recibe con un abrazo lleno de alivio.

—¿Estabas en la clínica? Tienes un semblante enorme de cansancio—me toma de la barbilla, examinándome como siempre hace cuando está nervioso y preocupado.

—Tenía unos cuantos pendientes.

—Ya están aquí.

—Bien, hagámoslo—le doy un beso rápido porque sé que se está muriendo de nervios tanto como yo.

Al llegar a la mesa, todo marcha de maravilla. Su madre me recibe con un abrazo como si ya nos conociéramos de toda la vida, y su padre estrecha mi mano con ambas manos. Una vez esto, tomamos asiento.

—Lamento mucho la tardanza.

—Oh, no se preocupe, lo entendemos y nos alegra por fin conocerla, doctora Harrison—dice su madre, Sarah, con una enorme sonrisa—. Mi hijo siempre nos ha hablado de lo hermosa que es su novia, pero nunca me imaginé tal belleza.

—Muchas gracias y, por favor, llámeme por mi nombre, estamos en confianza—le pido con la misma sonrisa que me ofrecen.

—¿Ahora lo ven? Mi novia es la mujer más hermosa e inteligente de este mundo—dice Chris mientras me mira y se sonroja al mismo tiempo que le da un trago a su copa de vino.

Christopher Beaumont es un gran escritor cuyos únicos seis libros han sido bestsellers hasta ahora. Siempre ha sido un chico increíble, destacado, amoroso y responsable. No dudo del gran éxito de su próximo trabajo que ya está en camino. Lo conocí mientras estaba en la Facultad, a los 22 años. Yo aún era muy joven y él ya comenzaba a trazar su propio camino, mientras que yo no sabía qué sería de mi vida en el futuro. Estuvo para mí en momentos cruciales de mi vida, me vio crecer y madurar y, sobre todo, fue mi hombro para llorar cuando mi carrera exigía demasiado o cuando simplemente pensaba en abandonarlo todo. Supe de inmediato que él en serio me amaba, así que desde entonces sigo a su lado. Sus padres eran increíbles periodistas con una larga trayectoria en la industria. Apenas se retirarían, pero entendía el por qué querían lo mejor para su hijo.