Luzbel Morningstar es el hijo menor de una de las siete familias más prestigiosas y reconocidas del país.
Su familia le repite constantemente que ignore al chico conocido como "el bastardo de la mansión Hawort" ya que ellos lo consideran una mala in...
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Cómo era costumbre en sus salidas semanales, Lucifer fue quien llevó al menor a su casa, pues desde el inicio sintió el cargo de responsabilidad al ser el mayor. A ese punto, Alastor ya no rebatía nada y algo dentro del rubio sentía que el menor no estaba más que cómodo con que alguien lo tratara con interés y consideración.
Tal vez...
Para cuando llegaron a la mansión Haworth, el sol ya empezaba a asomarse, miró de reojo el rostro adormilado en su hombro, siendo delicadamente bañado por la suave luz del amanecer.
Sonrió cálido, pero enseguida sacudió su cabeza borrando su sonrisa y movió el hombro ligeramente para mover la cabeza que descansaba en él.
—Cervatillo...— llamó con voz suave.
—Mnh— se quejó, empezando a abrir los ojos con molestia, tal como un chiquillo que despiertan para ir al colegio, pensó divertido.
Externó su burla con una voz de fingida gravedad. —A dormir, niño, desvelarse es para los mayores.
Alastor sólo rascó su ojo para intentar eliminar el sueño y se estiró para despertar sus músculos adormilados.
—Solamente eres como dos años mayor— se quejó después de unos segundos.
Recibió un ligero empujón y enseguida sintió la ausencia de peso detrás de él.
—Tres— aclaró, bajando de la moto y sosteniéndola del manubrio.
—No hasta que los cumplas, umpalumpa— alcanzó la motocicleta, para retirarla de las manos del mayor y añadió burlón. —Lo cual da igual porqué sigo siendo más alto— su voz era orgullosa, sin rastros de timidez ni pena.
Lucifer sonrió al notar ese gran cambio.
Cuando Alastor le dió la espalda, la sonrisa en su rostro se ensanchó juguetona. Se acercó lentamente y dió una sonora nalgada que tensó al castaño, que por la sorpresa soltó ese chillido que le otorgó su apodo con todas las de la ley, y se lo recalcó en su despedida.
—¡Nos vemos, "cervatillo"!— y se echó a correr, desapareciendo rápidamente de la vista ajena.
Sentía una extraña alegría al pensar a Alastor ahora orgulloso de su altura, y soltó una risilla al pensar en la felicidad ajena.
"Soy más alto" esas palabras resonaron en su cabeza, como un recuerdo lejano estaban teñidas de tristeza, ahora recuerdo cubierto por el nuevo tono confiado.
Pero esa felicidad se cortó al recapacitar algo.
«¿Y a mí que me alegra que se sienta orgulloso de ser alto?» pensó receloso. Golpeó sus mejillas para obligarse a dejar de pensar cosas raras.
En lugar de eso, recordó que tenía que quitarse los aretes antes de llegar a casa, y por precaución los retiró desde antes siquiera estar cerca de su casa.